Begoña Palacios fue una actriz mexicana que dejó una huella significativa en el cine, teatro y televisión de México gracias a su talento, carisma y versatilidad.
Su carrera abarcó varias décadas y géneros, desde papeles pequeños en películas clásicas hasta personajes memorables en telenovelas y programas cómicos.
Sin embargo, detrás de su éxito profesional, la vida personal de Begoña estuvo marcada por amores intensos y un trágico final que conmovió a sus seguidores.
En este artículo repasamos su trayectoria artística, su vida personal y el legado que dejó tras su fallecimiento en el año 2000.
María Begoña Palacio El Río, nombre real de la actriz, nació el 28 de diciembre de 1941 en la Ciudad de México.
Desde niña mostró un gran interés por la danza, disciplina que estudió con dedicación y que le ayudó a desarrollar una presencia escénica que más tarde sería fundamental en su carrera actoral.
Posteriormente, Begoña ingresó a la Academia de Andrés Soler para estudiar actuación, lo que marcó el inicio formal de su carrera en el mundo del espectáculo.
Su primera aparición en el cine fue en 1954, en la película “Mil amores”, donde compartió créditos con figuras legendarias como Pedro Infante y Rosita Quintana.
En esta película, Begoña interpretó a una alumna de colegio que debía reclamar frente al personaje de Pedro Infante, en una escena donde él olvidaba la letra y tenía que improvisar.
Este pequeño papel fue solo el comienzo de una carrera que la llevaría a participar en numerosas producciones cinematográficas durante los años 60, una época dorada para el cine mexicano.
Durante la década de 1960, Begoña Palacios trabajó en películas que se convirtieron en clásicos del cine nacional.
En 1961 actuó en “La rosa blanca” junto a Rita Macedo e Ignacio López Tarso, dos de las figuras más respetadas del teatro y cine mexicano.
Al año siguiente, participó en “El tejedor de milagros” con Pedro Armendáriz y Columba Domínguez, consolidando su presencia en la pantalla grande.
Su versatilidad le permitió interpretar una variedad de personajes en géneros tan diversos como el drama, el terror y la comedia.
En 1962, apareció en “Dinamita Kit” junto a Walt Rubinsky, y en “El vampiro sangriento” con Carlos Agosti y Hernán Marta Bauman, películas que mostraron su capacidad para adaptarse a diferentes estilos cinematográficos.
También formó parte de producciones populares como “Fiebre de juventud” con Enrique Guzmán, y “Santo contra el estrangulador”, donde compartió créditos con el famoso luchador enmascarado, Santo, una figura icónica del cine de acción mexicano.
Su última aparición en cine durante esa etapa fue en “Mi primera comunión” en 1969, junto a Julián Citó Bravo y David Reynoso, cerrando así una década llena de éxitos y crecimiento profesional.
La vida personal de Begoña Palacios fue tan intensa como su carrera artística.
Se casó tres veces con el mismo hombre, el renombrado director norteamericano Sam Peckinpah, conocido por películas como “Grupo salvaje” y “El último tren de Gun Hill”.
Su relación tuvo altibajos y fue marcada por separaciones y reconciliaciones.
La primera boda tuvo lugar en 1964, pero la pareja se divorció al año siguiente, en 1965. Sin embargo, ese mismo año volvieron a casarse, aunque la relación terminó nuevamente en 1967.
Finalmente, en 1974, se casaron por tercera vez, y esta vez el matrimonio duró hasta la muerte de Sam Peckinpah en 1984.
Durante su matrimonio, Begoña y Sam tuvieron una hija, María Guadalupe, quien también siguió los pasos artísticos de su madre.
A pesar de los desafíos personales, Begoña nunca volvió a casarse tras la muerte de Sam, dedicándose a su familia y su carrera.
Además de su trabajo en cine, Begoña Palacios tuvo una notable carrera en la televisión mexicana, donde participó en programas cómicos y telenovelas que la hicieron aún más querida por el público.
En los años 70, fue parte del elenco de “Hogar dulce hogar”, un programa cómico donde interpretaba a Juanita, una esposa sumisa dominada por su marido, papel que compartía con actores como José Gálvez, Sergio Corona y Luz María Aguilar.
Su talento para la comedia le permitió destacar en este género y ganarse el cariño de los televidentes.
También participó en la serie “Mi secretaria”, junto a Contini Iglesias y Lupita Lara, y en “Mis huéspedes”, donde interpretó a Rossi, compartiendo escena con María Victoria y Jorge Arvizu “El Tata”.
Otro de sus papeles fue en “Hospital de la risa”, donde interpretaba a la enfermera Socorro, junto a Pompín Iglesias y César Bono.
En el mundo de las telenovelas, Begoña es recordada por sus papeles en producciones emblemáticas como “Ángeles blancos”, protagonizada por Jacqueline Andere y Rogelio Guerra, y “Alcanzar una estrella” en 1990, una telenovela que marcó a toda una generación.
También trabajó para TV Azteca en producciones como “Rivales por accidente” y “La chacala”, junto a Christian Bach y Jorge Rivero, demostrando su capacidad para adaptarse a diferentes formatos y estilos televisivos.
El 1 de marzo del año 2000, Begoña Palacios falleció a los 58 años debido a complicaciones derivadas de hepatitis, en la Ciudad de México.
Su muerte fue una gran pérdida para el mundo del espectáculo mexicano, que perdió a una actriz talentosa y versátil que había dejado una marca indeleble en cine y televisión.
Tras su fallecimiento, sus restos mortales fueron trasladados a Malibú, California, donde fueron depositados junto a su gran amor, Sam Peckinpah.
Este hecho simbolizó el profundo vínculo que mantuvieron a lo largo de los años, a pesar de las dificultades y separaciones.
El legado de Begoña Palacios vive en las películas y programas que protagonizó, así como en el cariño que el público y sus colegas mantienen por ella.
Su talento y dedicación la convirtieron en una figura respetada y admirada, y su historia personal añade una dimensión humana a su imagen artística.
Begoña Palacios fue mucho más que una actriz mexicana; fue una mujer apasionada por el arte, que supo brillar en diferentes escenarios y formatos.
Su carrera, marcada por grandes éxitos en cine, teatro y televisión, refleja su versatilidad y compromiso con su profesión.
A pesar de los retos personales, incluyendo su compleja relación con Sam Peckinpah y su trágico fallecimiento prematuro, Begoña dejó una huella imborrable en la cultura popular mexicana.
Su vida y obra continúan siendo recordadas y celebradas por quienes valoran el talento y la pasión en el mundo del espectáculo.
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