Felipe Calderón Hinojosa, expresidente de México de 2006 a 2012, es una figura que aún hoy genera opiniones divididas y recuerdos dolorosos en la historia política del país.

Su gobierno estuvo marcado por decisiones polémicas, una guerra contra el narcotráfico que sumergió a México en una ola de violencia sin precedentes, y escándalos que siguen resonando en la sociedad mexicana.
A sus 62 años, una noticia impactante sobre su vida personal y política ha vuelto a poner en el centro del debate su legado y las consecuencias de su mandato.
Felipe Calderón nació el 18 de agosto de 1962 en Morelia, Michoacán, en una familia con profundas raíces políticas.
Su padre, Luis Calderón Vega, fue cofundador del Partido Acción Nacional (PAN), un hombre comprometido con los valores conservadores y la transformación democrática de México.
Desde niño, Felipe sintió el peso de ser un Calderón, una carga que implicaba grandes expectativas y responsabilidades.
Su infancia estuvo marcada por la disciplina y la seriedad.
Destacó en la escuela por su aplicación y timidez, guardando sus pensamientos más profundos para sí mismo.
Aunque hubo rumores de dificultades económicas y posibles traumas, Felipe mantuvo esas experiencias ocultas, quizás por orgullo o costumbre.

Su formación académica fue sólida: estudió derecho en la Escuela Libre de Derecho, economía en el ITAM y una maestría en administración pública en la Harvard Kennedy School, donde adquirió una visión amplia sobre políticas públicas y gobernanza.
Desde joven, Felipe se involucró activamente en el PAN, siguiendo los pasos de su padre.
Su energía y capacidad organizativa lo llevaron a presidir la dirigencia juvenil y, posteriormente, la presidencia nacional del partido entre 1996 y 1999.
Fue en este ambiente donde conoció a Margarita Zavala, abogada y política, con quien formó un equipo sólido y una familia con tres hijos.
La vida pública y privada de Felipe estuvieron siempre en tensión.
La política demandaba gran parte de su tiempo y energía, mientras que en casa luchaba por ser un buen esposo y padre.
Margarita fue su apoyo constante, aunque ambos sentían el peso de las responsabilidades y el desgaste emocional que implicaba la carrera política.

En 2003, Felipe Calderón fue nombrado secretario de energía durante el gobierno de Vicente Fox, un cargo crucial que le permitió manejar temas estratégicos como el petróleo y la electricidad.
Sin embargo, su ambición de convertirse en presidente generó tensiones con Fox, quien le pidió renunciar en 2004 por supuestamente usar el cargo para promover su imagen política.
Esta salida fue un golpe duro para Felipe, tanto política como personalmente.
A pesar de la caída, redobló esfuerzos para recuperar la confianza y fortalecer su imagen dentro del PAN y ante el electorado.
Su dedicación obsesiva y su visión estratégica lo posicionaron como un candidato fuerte para las elecciones presidenciales de 2006.
La elección presidencial de 2006 fue una de las más reñidas y polémicas en la historia reciente de México.
Felipe Calderón ganó por un margen estrecho de apenas 0.58% de los votos, menos de 244,000 votos de diferencia frente a Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, las acusaciones de fraude y manipulación electoral por parte de López Obrador y sus seguidores desataron protestas masivas y un clima de división nacional.

Este rechazo público marcó el inicio de un mandato bajo sospecha y desconfianza.
Calderón asumió la presidencia en medio de una nación fracturada, enfrentando el desafío de gobernar sin la aceptación plena de una parte significativa de la población.
Una de las decisiones más emblemáticas y controvertidas de Calderón fue la declaración de guerra frontal contra los cárteles de drogas.
Enviando miles de soldados y policías federales a estados como Michoacán y Tamaulipas, buscó combatir el crimen organizado con mano dura.
Sin embargo, esta estrategia tuvo un costo humano terrible: durante su gobierno se registraron más de 60,000 homicidios relacionados con el narcotráfico, miles de desaparecidos y un clima de miedo que afectó a ciudades enteras.
La violencia escaló, dejando a familias mexicanas devastadas y a Calderón enfrentando un desgaste emocional profundo.
Recibía informes de masacres y veía las consecuencias en comunidades enteras, mientras luchaba por justificar su estrategia ante la opinión pública y los organismos de derechos humanos que denunciaban abusos y violaciones.
:max_bytes(150000):strip_icc()/GettyImages-456348396-56c245f75f9b5829f867ffb3.jpg)
El gobierno de Calderón también estuvo marcado por escándalos de corrupción y traiciones internas.
Su entonces secretario de seguridad pública, Genaro García Luna, fue condenado en Estados Unidos por vínculos con el cártel de Sinaloa, acusado de recibir millones de dólares en sobornos para proteger operaciones del narcotráfico.
Calderón defendió a García Luna públicamente, negando conocer sus crímenes, pero la revelación dañó severamente su imagen y la confianza en su administración.
Además, el uso del software espía “Pegasus” para monitorear comunicaciones sin transparencia generó denuncias de violaciones a la privacidad y abusos contra periodistas y opositores políticos, aumentando la percepción de un gobierno que cruzaba límites éticos.
En 2009, México enfrentó otra crisis bajo el mandato de Calderón: la epidemia de influenza porcina H1N1.
Como epicentro de la emergencia global, el país vivió cuarentenas, cierre de escuelas y un clima de miedo generalizado.
Calderón tuvo que tomar decisiones difíciles para contener la enfermedad, pero su ausencia en momentos clave fue criticada por la prensa y la población.

El estrés acumulado por la guerra contra los cárteles y la crisis sanitaria afectó profundamente su salud emocional y física.
Amigos cercanos notaron su agotamiento, y aunque Margarita intentaba apoyarlo, incluso ella reconocía que Felipe estaba al límite.
El desgaste del poder, las críticas constantes y la violencia cercana dejaron huellas imborrables en Calderón.
Perdió apoyo dentro de su propio partido, enfrentó divisiones internas y la oposición pública creció.
La inseguridad en el país afectó incluso a su familia, con medidas de protección especiales para sus hijos.
Al finalizar su mandato en 2012, México estaba dividido y el PAN perdió la presidencia ante Enrique Peña Nieto.
Felipe Calderón se retiró a la academia, aceptando un puesto en la Harvard Kennedy School, donde buscó reflexionar y procesar lo vivido, lejos de la presión política y mediática.
En 2019, Calderón intentó regresar a la política fundando el partido México Libre junto a su esposa Margarita Zavala, un intento por renovar su influencia y demostrar que aún tenía algo que ofrecer.
Sin embargo, el partido enfrentó resistencias y no logró registro oficial, un golpe que lo hizo cuestionar su lugar en la política mexicana.
Con el tiempo, Calderón ha hablado abiertamente sobre los momentos más difíciles de su mandato, reconociendo los límites del poder y las cicatrices que dejó la violencia.
En casa, intenta reconectarse con su familia y encontrar un nuevo propósito, aceptando la dualidad de su legado: para algunos, un presidente valiente; para otros, responsable de un periodo doloroso.
Felipe Calderón es, sin duda, una figura compleja en la historia de México.
Su mandato transformó al país, pero también dejó heridas profundas y divisiones que aún persisten.
La guerra contra el narcotráfico, los escándalos de corrupción, la crisis sanitaria y el desgaste personal marcan una presidencia llena de luces y sombras.
A pesar de todo, Calderón sigue buscando redención y significado, consciente de que su historia está lejos de concluir.
Su legado invita a reflexionar sobre el costo real del poder y las difíciles decisiones que enfrentan quienes lideran naciones en tiempos de crisis.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.