La historia no contada de Rubby Pérez: del dolor a la gloria en el merengue
Roberto Antonio Pérez Herrera, conocido mundialmente como Rubby Pérez, nació el 8 de marzo de 1956 en La Vega, República Dominicana.
Criado por su abuela materna, quien fue para él como una madre, Rubby tuvo una infancia humilde pero feliz.
Desde pequeño, mostró un profundo amor por el béisbol y soñaba con llegar a las Grandes Ligas, siguiendo los pasos de su hermano Neifi Pérez.
Sin embargo, a los 15 años, un trágico accidente automovilístico cambió su vida para siempre.
Fue atropellado por un vehículo, quedando en coma durante 30 días y con secuelas que le impidieron continuar con su sueño de ser pelotero.
Pasó un año hospitalizado, donde tuvo que reaprender a hablar y caminar.
Fue en ese oscuro período que la música emergió como su salvación: desde su cama de hospital cantaba para otros pacientes, encontrando en su voz una luz que lo guiaría hacia un destino inesperado.
Su recuperación fue ardua y llena de obstáculos.
La familia, con recursos limitados, no pudo costear todos sus tratamientos, y los médicos le advirtieron que nunca volvería a ser el mismo.
Rubby enfrentó momentos de profunda desesperanza, incluso llegó a perder las ganas de vivir.
Sin embargo, un joven del pueblo lo invitó a unirse al coro de la iglesia local, una experiencia que poco a poco reavivó su espíritu y su pasión por la música.
A partir de ahí, su carrera musical comenzó a despegar.
Primero cantó en coros y luego se integró a orquestas locales, hasta que en 1978 dio un salto importante al unirse a “Los Juveniles de Baní”.
Más tarde, su talento llamó la atención de Wilfrido Vargas, uno de los máximos exponentes del merengue, quien lo incorporó a su orquesta.
Rubby inicialmente dudó en cantar merengue, pues se consideraba más un bolerista, pero pronto conquistó al público con su voz potente y carismática.
Durante cinco años con la orquesta de Wilfrido Vargas, grabó 22 temas y se consolidó como una de las voces más destacadas del género.
Sin embargo, no todo fue fácil: un malentendido con Wilfrido le costó su salida de la agrupación en 1985.
A pesar de ello, Rubby no se detuvo y pronto lanzó su carrera como solista, logrando éxitos que lo catapultaron a la fama internacional.
Uno de sus mayores éxitos fue el merengue “Volveré”, que grabó bajo la producción del maestro Ramón Orlando.
La canción se convirtió en un himno del merengue y lo posicionó como una estrella indiscutible.
A lo largo de su carrera, Rubby ha lanzado numerosos álbumes que siguen sonando en las fiestas y celebraciones de todo el mundo.
A pesar de su éxito profesional, la vida personal de Rubby estuvo marcada por pérdidas profundas.
Su esposa, Inés Lizardo, con quien compartió más de 47 años y tuvo cuatro hijos, fue su compañera incondicional.
Aunque Rubby tuvo otros hijos fuera del matrimonio, su esposa aceptó esta realidad, demostrando un amor y comprensión excepcionales.
La muerte de Inés en 2022 fue un golpe devastador para Rubby, quien se mostró profundamente acongojado y triste ante su partida.
Además, Rubby perdió a su madre biológica y a su abuela, figuras fundamentales en su vida, en momentos en que él estaba lejos, entregado a su carrera musical.
Estas ausencias dejaron cicatrices que aún lleva consigo, pero también le dieron fuerza para continuar luchando y creciendo como artista y persona.
Su trayectoria ha sido reconocida con múltiples premios, incluyendo discos de oro y platino, premios Casandra y Globo, que avalan su impacto y legado en la música tropical.
Rubby Pérez es considerado la voz más alta del merengue, un título ganado con talento, disciplina y una historia de superación que inspira a muchos.
Hoy, Rubby sigue activo en la música, lanzando nuevos álbumes y retomando mercados internacionales, como el colombiano, con la misma pasión que lo caracterizó desde sus inicios.
Su historia es un ejemplo de cómo el talento y la perseverancia pueden transformar el dolor en éxito y alegría.
En conclusión, la vida de Rubby Pérez es mucho más que la de un cantante exitoso; es la historia de un hombre que enfrentó adversidades inimaginables, perdió a sus seres queridos más queridos y encontró en la música un camino para sanar y brillar.
Su legado perdura en cada nota que canta y en el corazón de quienes disfrutan su merengue, recordándonos que, a pesar de las pérdidas, la vida siempre puede renacer con fuerza y esperanza.