David Rua, sobreviviente del accidente, subió una cuesta de 60 metros herido para pedir ayuda y auxiliar a sus compañeros atrapados, demostrando gran valentía y fe.

Antioquia y Colombia están de luto tras un accidente que ha conmovido a todo el país. Ayer, un bus que transportaba a jóvenes de grado 11 del Liceo Antioqueño de Bellost sufrió una caída devastadora luego de disfrutar unas vacaciones de graduación en Tolú, Sucre.
La tragedia dejó un saldo de 17 personas muertas, incluyendo al conductor, Jonathan Alexander Taborda, de 27 años, y 16 estudiantes.
Además, 20 jóvenes resultaron heridos, algunos de gravedad, mientras que otros lograron sobrevivir gracias a la valentía y temple de sus compañeros.
Entre los sobrevivientes, David Rua se ha convertido en un símbolo de esperanza y coraje. A pesar de las heridas que sufrió en el accidente, logró subir una cuesta de 60 metros para pedir ayuda y auxiliar a otros compañeros atrapados.
Su relato es estremecedor y refleja no solo el dolor físico, sino también la fuerza emocional que lo impulsó a actuar en medio del caos. “Desde que me di cuenta de que estábamos en esta situación, había algo que me impactó demasiado: ver a la primera víctima fatal.
En ese momento sentí que tenía que actuar de inmediato, no había tiempo para lamentarse, debía ayudar y minimizar las posibles víctimas”, relató David.

El accidente ocurrió mientras los jóvenes regresaban a Medellín desde su viaje de graduación. Durante el trayecto, el bus presentaba fallas mecánicas que ya habían sido reportadas antes de salir: problemas con la batería, el motor y el aire acondicionado.
Según David, el vehículo apenas funcionaba y el aire acondicionado estaba completamente inoperante, por lo que la puerta del conductor y las salidas de ventilación permanecieron abiertas durante todo el recorrido para permitir algo de circulación de aire.
A pesar de estas dificultades, los jóvenes viajaban felices y animados, compartiendo risas y música mientras regresaban a casa.
Todo cambió en cuestión de segundos. David relató que despertó con un temblor y un ruido aterrador: “Empecé a sentir el temblor del bus muy grande y escuché algo superfuerte. Abrí los ojos y vi que estábamos cayendo al vacío.
Me acurruqué, me metí debajo del asiento y cerré los ojos mientras escuchaba los estruendos del choque”. La caída fue brutal y, aunque sufrió golpes por todo el cuerpo, David logró mantenerse consciente y enfocado en ayudar a los demás.
Una vez que pudo salir de los restos del bus, David no perdió tiempo. Comenzó a auxiliar a sus compañeros atrapados bajo el vehículo o entre los escombros. La primera persona que logró salvar fue Ana Isabel, a quien colocó en un lugar seguro.
Luego ayudó a Sara Escobar, quien estaba en estado crítico, y a Mateo, aunque en este caso fue imposible liberarlo completamente debido a la gran cantidad de ramas y árboles que lo mantenían atrapado.
Cada rescate era seguido de una oración silenciosa: “Le pedía a Dios fuerzas para poder seguir ayudando a los demás, porque cada vez que socorría a alguien me sentía exhausto, pero debía continuar”.

Después de una ardua escalada por un terreno accidentado, David logró llegar a la carretera, donde pasó cerca de una hora tratando de detener algún vehículo que los auxiliara.
Intentó hacer señales a más de cien vehículos que pasaban por la vía, desde tractomulas y camiones hasta motos y buses, pero nadie se detenía.
Finalmente, logró que una tractomula se detuviera y coordinó el rescate de los heridos restantes. Su valentía salvó varias vidas y permitió que los heridos recibieran atención médica de manera oportuna.
David también compartió cómo, en medio de la tragedia, su fuerza vino de la fe: “Me veía a mí mismo completamente bien, y sentí que Dios me había dado la oportunidad de ayudar a mis compañeros. Solo Él me dio fuerzas para actuar con calma y eficacia.
Mantenerme tranquilo fue lo que me permitió salvar vidas”. Sus heridas físicas incluyen golpes por toda la espalda, un pie derecho hinchado y rasguños, pero considera que estas lesiones son menores comparadas con la pérdida de sus compañeros.
El accidente ha generado un profundo dolor en las familias de los jóvenes fallecidos y en toda la comunidad de Antioquia.
Cada uno de los 16 estudiantes tenía toda una vida por delante, muchos ya habían sido aceptados en universidades y estaban comenzando nuevas etapas de sus vidas. La pérdida es irreparable y ha dejado un vacío inmenso en padres, hermanos, abuelos y amigos.
Las autoridades continúan investigando las causas exactas del accidente. Si bien las fallas mecánicas del bus podrían haber influido, aún no se descarta la posibilidad de errores humanos o condiciones de la carretera.
Se espera que los resultados de la investigación ayuden a prevenir tragedias similares en el futuro.
En medio de la tristeza, David Rua representa un ejemplo de resiliencia y esperanza. Su coraje en el accidente y su capacidad para mantener la calma y ayudar a otros son un testimonio conmovedor del valor humano en situaciones extremas.
A pesar de todo lo ocurrido, su mensaje final es claro: mantener la fe y la esperanza incluso frente a la adversidad. “A todos mis compañeros los voy a querer siempre en mi corazón y recuerden que Dios sabe lo que hace. No pierdan la fe, porque todo puede mejorar”, concluyó David.
Esta tragedia deja una lección dolorosa pero poderosa sobre la vida, la solidaridad y la importancia de la valentía en momentos críticos.
El país entero se une al dolor de las familias, mientras la memoria de los jóvenes perdidos perdura y la heroicidad de quienes sobrevivieron inspira a todos.
En resumen, el accidente del bus en Antioquia es un recordatorio de lo frágil que puede ser la vida, de la importancia de la prevención y de la fuerza del espíritu humano en medio del desastre.
La historia de David Rua, que subió la cuesta y salvó a sus compañeros, quedará grabada en la memoria del país como un acto de valentía extraordinaria y esperanza en medio de la tragedia.