La Vida Secreta de Yul Brynner: Amores Prohibidos, Mentiras Increíbles y el Impactante Mensaje que Dejó Antes de Morir
Yul Brynner, una figura mítica de Hollywood, construyó su carrera sobre una mezcla de talento extraordinario y una biografía cuidadosamente adornada.
Aunque afirmaba ser hijo de una gitana criado en los bosques siberianos, la verdad revelada por su hija Victoria Brynner era aún más fascinante: nacido en Vladivostok, de madre suizo-germana y padre ruso, su infancia estuvo marcada por las dificultades tras el
abandono paterno.
Tras vivir un tiempo en Beijing, su madre tomó la audaz decisión de mudarse a París, en busca de un futuro mejor.
La vida en la Ciudad de las Luces, sin embargo, fue dura; Brynner tuvo que trabajar desde muy joven en una troupe gitana y como acróbata de circo, carrera que terminó abruptamente tras un grave accidente.
Su recuperación lo llevó a reenfocar sus talentos en el teatro.
Brynner, políglota y carismático, encontró su pasión en los escenarios franceses, y en 1941 emigró a Nueva York decidido a triunfar.
Aunque al principio se ganó la vida con empleos modestos —como conductor de autobuses o locutor de radio en francés—, su perseverancia lo llevó a los teatros de Broadway.
Su distintiva apariencia calva, combinada con su poderosa presencia escénica, lo convirtieron en una figura inolvidable.
Fue en 1951, al interpretar al Rey Mongkut en El Rey y Yo, cuando su carrera despegó definitivamente, transformándolo en una estrella reconocida a nivel mundial.
Detrás de su magnetismo público, Brynner llevaba una vida privada llena de contradicciones.
Aunque estuvo casado varias veces y tuvo romances con estrellas como Marlene Dietrich y Joan Crawford, su hija confirmó que mantenía discretas relaciones con hombres, como el actor Hurd Hatfield y el cineasta Jean Cocteau.
Nunca habló públicamente sobre su bisexualidad, protegiendo su imagen en una época donde las normas sociales eran inflexibles.
Brynner era también conocido por su fuerte temperamento: en el set de Anastasia, humilló a Ingrid Bergman por su estatura; y durante Los Siete Magníficos, mantuvo una amarga rivalidad con Steve McQueen, llegando incluso a contratar a alguien para contar
cuántas veces McQueen robaba atención en pantalla.
La personalidad de Brynner era una mezcla de grandeza teatral y ego desbordado.
Su comportamiento en el teatro era autoritario: ordenaba la instalación de plataformas especiales para su coche, imponía normas estrictas al personal e incluso exigía no ser fotografiado junto a otros actores calvos.
No era raro que reprendiera al público o humillara a miembros del equipo si sentía que no estaban a la altura de sus expectativas.
Esta actitud, aunque le ganó enemigos, también cimentó su reputación de perfeccionista implacable, alguien dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantener la excelencia en cada actuación.
Más allá del cine y el teatro, Brynner se destacó en la fotografía.
Capturó miles de imágenes íntimas de figuras como Elizabeth Taylor, Audrey Hepburn y Anthony Quinn, mostrando una sensibilidad artística inesperada.
Además, incursionó en la literatura culinaria con su propio libro de recetas.
En su vida personal, adoptó dos hijos vietnamitas junto a su esposa Jacqueline Thion de la Chaume y vivió en un castillo en Normandía, donde disfrutaba de una existencia rodeada de lujo y extravagancia, como una colonia privada de pingüinos.
A pesar de su fama, mantuvo un compromiso sincero con causas sociales, trabajando con las Naciones Unidas en apoyo a los refugiados.
El diagnóstico de cáncer de pulmón en 1983 marcó el capítulo final de su vida.
Fumador empedernido desde los 12 años, Brynner enfrentó su enfermedad con valentía y pragmatismo.
Grabó un poderoso mensaje anti-tabaco que fue emitido tras su muerte, advirtiendo al público sobre los peligros del tabaquismo.
Su fallecimiento en 1985, a los 65 años, dejó un vacío enorme, pero su legado sigue vivo no solo en sus interpretaciones memorables, sino también en su ejemplo como defensor de la salud pública.
Su epitafio sencillo en Francia, sin las frases elaboradas que había deseado, refleja la dualidad de su vida: grandioso y, al mismo tiempo, profundamente humano.