Hace 25 años, el príncipe Rainiero III de Mónaco compartió una revelación que sorprendió al mundo: a pesar de la imagen perfecta de su vida con Grace Kelly, la princesa enfrentó presiones que afectaron su bienestar.
En una entrevista, Rainiero confesó que Grace siempre intentaba hacer lo correcto, tanto como actriz como princesa, lo que a veces se convirtió en una carga pesada para ella.
El 14 de septiembre de 1982, el mundo se paralizó al enterarse del trágico accidente automovilístico que le costó la vida a Grace Kelly.
La princesa viajaba con su hija Estefanía por una carretera sinuosa cerca de Mónaco cuando el coche perdió el control y se precipitó por un barranco.
Mientras Estefanía sufrió heridas leves, Grace fue trasladada al hospital con graves lesiones y falleció poco después.
Durante años, se creyó que el accidente fue simplemente eso, un accidente.
Sin embargo, investigaciones recientes han revelado que Grace Kelly sufrió un derrame cerebral mientras conducía, lo que provocó que perdiera el control del vehículo.
Este detalle cambia la narrativa de su muerte, ya que no fue solo un accidente de tráfico, sino una consecuencia de un problema de salud subyacente.
El príncipe Rainiero quedó devastado tras la muerte de su esposa. En entrevistas posteriores, admitió que la tragedia lo cambió profundamente.
Su hijo, el príncipe Alberto II, también ha hablado sobre cómo la familia real de Mónaco cambió después de la pérdida de Grace.
La ausencia de la princesa dejó un vacío que fue difícil de llenar.
A pesar del dolor, el legado de Grace Kelly perdura. Su vida como actriz y princesa continúa siendo una fuente de inspiración.
La reciente revelación sobre las circunstancias de su muerte ofrece una nueva perspectiva sobre su vida y los desafíos que enfrentó.