A sus 75 años, Wilfrido Vargas Rompe su silencio dejando al mundo CONMOCIONADO

Wilfrido Vargas, una leyenda del merengue, ha sido durante décadas un nombre insustituible en la música latina.

Sin embargo, a los 75 años, ha decidido romper el silencio y revelar una verdad oculta detrás de los aplausos y el éxito: una historia de poder, sacrificios extremos, traiciones y una vida personal marcada por el dolor silencioso.

Vargas no solo lideró una de las orquestas más influyentes de su época –”Los Hijos del Rey”–, sino que fue el mentor de al menos 28 artistas que grabaron bajo su nombre.

Su capacidad para descubrir y formar talentos es incuestionable, pero detrás del genio musical se esconde un hombre complejo, muchas veces incomprendido, y según varios testimonios, temido por su estilo de liderazgo.

Las voces de cantantes como Vicente Pacheco, Mickey Taveras, En Chambers y Ruby Pérez relatan una experiencia común: éxito artístico sin recompensa económica, manipulación psicológica y contratos abusivos.

Vicente Pacheco, uno de los primeros cantantes que trabajaron con Vargas, fue despojado de sus ingresos y de su dignidad.

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Otros, como Mickey Taveras, vivieron situaciones similares: fama, pero sin recibir un solo dólar por su trabajo.

Las decisiones arbitrarias de Vargas, como despedir a músicos en aeropuertos o minutos antes de subir al escenario, revelan un patrón de control y frialdad que muchos describen como despiadado.

La historia de En Chambers es una muestra clara del maquiavelismo que muchos atribuyen a Wilfrido.

Le pidió que se afeitara el afro y el bigote para evitar parecerse físicamente a él.

Cuando Chambers se negó, fue despedido en pleno escenario.

Estas acciones no eran incidentes aislados, sino parte de un modelo de control absoluto de Vargas.

Incluso con la cantante Belkis Concepción, fundadora de “Las Chicas del Can”, Vargas fue acusado de registrar el nombre del grupo a su nombre mientras ella estaba enferma, provocando en ella una profunda sensación de traición.

Otro episodio significativo fue la demanda de 2003, cuando Yocasta Sánchez –esposa del músico Winston Paulino– acusó a Vargas de abuso sexual.

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Aunque el caso fue desestimado, dejó una mancha imborrable en su carrera.

Paulino, en un giro inesperado, defendió a Vargas y acusó a su esposa de inventar la historia, haciendo que todo fuera aún más confuso y lleno de preguntas.

Además, circulaban rumores de que Vargas había recurrido a la santería para alcanzar el éxito, lo que aumentó el misterio y la controversia en torno a su carrera.

Los extraños acontecimientos alrededor de “Las Chicas del Can” –accidentes, muertes inesperadas– llevaron a muchos a creer que existía una “maldición” sobre el grupo.

En la etapa final de su vida, Vargas compartió cosas que nunca antes había contado en público.

Dijo que actualmente enfrenta varios problemas de salud, entre ellos una enfermedad llamada abulia, un trastorno que le quita por completo la voluntad de actuar.

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Contó que desde niño tuvo alucinaciones, veía muertos, edificios flotando, sin entender por qué.

Los médicos inicialmente pensaron que era un problema de amígdalas, pero luego descubrieron que se trataba de abulia.

Fue un golpe devastador, que lo hizo sentir que estaba perdiendo la razón.

Aun así, Vargas nunca se rindió.

Reconoció que vivió obsesionado con la perfección, siempre queriendo controlar todo.

Aún hoy toma medicación y recibe apoyo psicológico, pero mantener el equilibrio mental sigue siendo una lucha diaria.

Confesó que a veces se despierta sintiéndose como si ya no fuera él mismo.

Hoy vive una vida tranquila, con solo la televisión y su propia compañía, en un contraste brutal con los años dorados bajo los reflectores.

Cuando se le preguntó sobre Miriam Cruz –la cantante más destacada de su orquesta–, Vargas no negó una conexión especial.

Dijo que se trataba de respeto, admiración por su talento y entrega, y no de una relación sentimental como muchos suponían.

Sobre los artistas que pasaron por su orquesta, Vargas afirmó que muchos llegaron buscando fama, sin entender que su exigencia era necesaria para sobrevivir en un ambiente musical implacable.

Aseguró que siempre creyó en el talento de cada uno, pero que quien no daba el máximo no tenía lugar en su orquesta.

Reconoció que si alguna vez alguien se sintió traicionado, lo lamentaba.

Afirmó que todo lo que hacía era porque creía en el potencial de sus músicos. Si en algún momento no supo demostrarlo, ahora pedía perdón.

Entendía que muchos de los que se fueron le dejaron lecciones que llevaría consigo toda la vida. Aunque pudo haber sido duro y frío, nunca actuó con injusticia intencionalmente.

Y aunque fue malinterpretado muchas veces, nunca dejó de creer en el valor de la música y de las personas talentosas que guio.

El legado de Wilfrido Vargas es una sinfonía compleja de gloria y sombras.

Fue un genio, pero también un hombre que tuvo que enfrentar las consecuencias de su propia ambición y carácter implacable.

¿Fue su éxito solo fruto del talento? ¿O hubo fuerzas más oscuras detrás? Esa pregunta permanece, como un acorde inconcluso en la sinfonía de su vida llena de altibajos.

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