Enriqueta Jiménez, conocida por todos como “La Prieta Linda”, fue mucho más que una voz inolvidable de la música mexicana; fue un símbolo, una mujer cuya historia entrelazó éxito, tragedia y generosidad, en una vida que parecía sacada de las páginas de una novela.
Nació el 4 de julio de 1934 en Salamanca, Guanajuato, en el seno de una familia sencilla donde la música siempre estuvo presente.
Desde muy pequeña, observaba maravillada a su hermana mayor, la gran Flor Silvestre, y soñaba con seguir sus pasos.
Cuando tenía apenas trece años, las calles vibrantes de la Plaza Garibaldi se convirtieron en su primer escenario.
Allí descubrió que su voz tenía valor, que podía mover emociones y conquistar corazones.
Su debut formal en el teatro Mariscala marcó el comienzo de una carrera ascendente que pronto captaría la atención de Silvestre Vargas, líder del legendario Mariachi Vargas de Tecalitlán.
Él la invitó a cantar con su conjunto, lanzándola definitivamente al estrellato.
Fue entonces cuando el comediante Antonio Espino “Clavillazo” le regaló aquel apodo entrañable que la acompañaría toda su vida: “La Prieta Linda”.
Desde ese momento, su voz se convirtió en parte del alma mexicana, resonando en programas de radio como Así es mi tierra y en escenarios internacionales como el Metropolitan Opera House de Nueva York y el Hollywood Bowl de Los Ángeles.
Pero la historia de Enriqueta no se limitaba únicamente a su éxito personal.
Su vida también estuvo marcada por actos generosos, como el que protagonizó cuando decidió ayudar a un joven llamado Alberto Aguilera Valadez, a quien el mundo conocería más tarde como Juan Gabriel.
Su primer encuentro ocurrió detrás de los muros grises de la cárcel de Lecumberri, donde el futuro “Divo de Juárez” había sido encarcelado injustamente.
Gracias a su intervención directa, logró la liberación del joven artista y lo apoyó económicamente, impulsándolo a lograr la fama.
Fue ella, de hecho, la primera cantante en grabar una composición del todavía desconocido Juan Gabriel, convirtiéndose en una figura crucial en su vida y carrera.
Sin embargo, la fama no llegó sin su precio. A pesar del bien que hizo, los rumores y acusaciones la siguieron como sombras implacables.
Se le señaló injustamente como traidora y desleal, cuestionando incluso su fidelidad matrimonial, aunque jamás se presentaron pruebas concretas.
Ella soportó estas acusaciones con dignidad, manteniendo siempre su elegancia característica, sin permitir que la controversia empañara su legado artístico y humano.
Los años avanzaron, y la vida, que tanto le había dado, también empezó a quitarle cosas esenciales.
Su salud se deterioró lentamente hasta perder aquella voz maravillosa que la había hecho inmortal, quedando finalmente inválida y sin posibilidad de cantar más.
A pesar de la adversidad, Enriqueta nunca perdió la nobleza que la definió siempre, rodeada hasta el final por el amor de sus hijas y nietos, recordando con emoción sus años dorados.
Finalmente, el 21 de septiembre de 2021, la voz que había encantado al mundo entero se apagó en silencio, en la intimidad de su hogar.
La familia decidió no revelar la causa específica de su fallecimiento, permitiéndole así un último acto de privacidad y dignidad.
Su hija Belia Vieira Jiménez compartió, emocionada, la última etapa junto a su madre: “Después de la muerte de mi padre, pasamos tanto tiempo juntas. Viajamos, reímos, disfrutamos cada instante. Solo deseo que tenga un buen viaje”.
La Prieta Linda se fue con la misma elegancia discreta que siempre mostró en vida, dejando atrás un legado musical y humano imborrable. Aunque las sombras intentaron seguirla, su verdadero legado prevaleció.
Su música, interpretada desde el corazón, sigue sonando en los rincones más profundos de México y más allá de sus fronteras, manteniéndola viva cada vez que alguien vuelve a escuchar sus canciones, recordando la historia de una mujer excepcional que supo transformar la adversidad en melodía, y los rumores en silencio respetuoso.
Hoy, aunque su voz ya no resuena físicamente, sigue viva en la memoria colectiva, en las canciones que nunca morirán, y en la historia misma de México, que jamás podrá olvidar a “La Prieta Linda”.