Joan Manuel Serrat, nacido en 1943 en el barrio obrero de Pueblo Seco, Barcelona, es una de las figuras más emblemáticas de la música en español y catalán.
Su vida, marcada por la sensibilidad, la lucha y la poesía, es tan profunda como sus letras.
Hijo de un obrero del gas y una costurera, creció en un entorno de carencias materiales, pero inmensamente rico en valores humanos.
Desde joven, la música se convirtió en su refugio y vía de expresión, especialmente durante su paso por la universidad laboral de Tarragona, donde estudió minería industrial mientras su corazón ya pertenecía a la guitarra y a las canciones.
Sus primeros pasos como cantautor los dio en Radio Barcelona, y muy pronto su voz se convirtió en símbolo de una generación.
Conocido por ser pionero de la Nova Cançó catalana, usó su arte como herramienta para promover la lengua y la cultura catalana en pleno franquismo.
Fue valiente cuando, en 1968, se negó a representar a España en Eurovisión si no podía cantar en catalán, lo que le valió duras críticas y una reacción inmediata del régimen.
Pero este gesto marcó su identidad: un hombre fiel a sus convicciones, incluso a costa de su carrera.
Serrat no se detuvo. Su música, tanto en catalán como en español —idioma que también sentía como propio gracias a su madre aragonesa—, se convirtió en un puente entre culturas y generaciones.
Álbunes como *Mediterráneo* y su homenaje a Antonio Machado cimentaron su lugar en la historia de la música iberoamericana. No solo fue un poeta con guitarra, también fue un testigo y protagonista de su tiempo.
Sus canciones tocaron temas sociales, políticos y humanos con una sencillez y profundidad que pocos han logrado.
Durante los años del franquismo, sufrió censura, exilio y persecución.
En 1975, tras condenar públicamente las ejecuciones del régimen desde México, tuvo que exiliarse durante un año, con sus canciones prohibidas en España.
Sin embargo, nunca dejó de cantar ni de resistir.
Incluso en el exilio, con giras modestas y el apoyo de amigos como Camilo Sesto, mantuvo viva su voz como símbolo de libertad.
La política siempre fue parte de su vida artística, pero jamás se dejó atrapar por banderas.
En los últimos años, su postura crítica frente a la independencia unilateral de Cataluña le valió ataques y acusaciones de traidor por algunos sectores, a pesar de haber sido uno de los máximos defensores del catalán en tiempos en los que hablarlo era un acto de valentía.
Para Serrat, defender la cultura no significaba renunciar al diálogo ni al respeto por la pluralidad. Siempre creyó en una España democrática y diversa.
En lo personal, Serrat ha atravesado momentos difíciles, especialmente de salud.
A lo largo de los años ha enfrentado varios episodios graves, incluyendo un infarto en 2001 y tres diagnósticos de cáncer entre 2004 y 2014. A pesar de todo, ha salido adelante con fortaleza y entereza.
Estos desafíos lo hicieron más consciente del tiempo y del valor de cada instante, algo que siempre ha estado presente en sus letras.
En 2022, Serrat decidió despedirse de los escenarios con la gira *El vicio de cantar*, no por cansancio ni enfermedad, sino por decisión propia.
Quería decir adiós en persona, como él mismo expresó, con dignidad y gratitud. No deseaba ser recordado por un retiro forzado, sino por un gesto sincero de cierre de ciclo.
La gira fue un recorrido emocional por su vida, por sus canciones, por los paisajes y los públicos que marcaron su camino.
Hoy, Serrat disfruta de su vida rodeado de su familia, sus hijos y nietos, y de su compañera Yuta, con quien ha compartido buena parte de su camino.
A sus más de 80 años, vive con serenidad, agradecido por lo que ha logrado y por todo lo que ha recibido. No es un hombre triste, aunque su vida ha estado salpicada de dolores.
Es, más bien, un hombre entero, lúcido, que ha sabido convertir la adversidad en arte y el dolor en belleza.
Joan Manuel Serrat no se ha ido del todo. Sus canciones siguen vivas, cantadas en plazas, hogares y escenarios.
Su legado es inmenso, y su figura, aunque retirada, permanece presente en la memoria colectiva como un ejemplo de integridad, sensibilidad y compromiso.
La suya no es una vida triste, es una vida plena, vivida con pasión y conciencia, de esas que dejan huella profunda en el alma de un pueblo.