Raúl Velasco fue una de las figuras más emblemáticas y a la vez polémicas de la televisión mexicana.
Durante casi tres décadas, desde 1969 hasta 1998, condujo el célebre programa *Siempre en domingo*, una plataforma que marcó la pauta en la industria musical de México y gran parte de América Latina.
Velasco no solo era el rostro del programa, sino también el hombre que decidía quién podía llegar a la fama y quién quedaría en el olvido.
Su carisma, su autoridad frente a las cámaras y su innegable influencia en el medio artístico le otorgaron un poder que pocos llegaron a tener.
Sin embargo, detrás del éxito y la popularidad se escondía una figura compleja, envuelta en controversias, favoritismos, humillaciones públicas, relaciones sentimentales escandalosas y acusaciones de abuso de poder.
Nacido en Celaya, Guanajuato, en 1933, en el seno de una familia humilde, Raúl Velasco enfrentó desde joven la necesidad de trabajar para apoyar a su familia.
Pasó por múltiples oficios antes de iniciar su carrera en los medios como redactor deportivo, etapa en la que escribió sobre frontenis y cine.
Más tarde, ya en Ciudad de México, incursionó en la televisión con varios programas hasta que recibió la oportunidad que marcaría su vida: la conducción de *Siempre en domingo*.
El programa debutó en 1969 y se convirtió rápidamente en un fenómeno cultural, funcionando como una vitrina por la que desfilaron todos los grandes artistas del país.
Para muchos, era el primer paso obligado hacia la fama, pero también un espacio donde podían ser severamente criticados o ridiculizados por el propio Velasco.
Con el paso de los años, Raúl Velasco acumuló anécdotas de todo tipo.
Se recuerdan momentos incómodos como el que vivió con una joven Shakira, a quien abrazó de forma que generó evidente incomodidad, o los comentarios hirientes que lanzó a Thalía, llamándola “corrienteta”.
También protagonizó uno de los momentos más tensos del programa cuando humilló públicamente a un cantante llamado “Zorro”, a quien luego se vio obligado a disculparse por presión de altos ejecutivos de Televisa.
A pesar de su estilo duro y muchas veces insensible, algunos artistas como Tina Turner recibieron un trato lleno de respeto y admiración.
Casos como el de Ricardo Montaner, quien fue rechazado por su forma de vestir en su primera presentación, o el regaño a Coque Muñiz por hacer playback, reflejan el nivel de control que Velasco ejercía en su programa.
Pero más allá de la pantalla, su figura estuvo envuelta en secretos y controversias.
Se le atribuyeron relaciones con varias mujeres del medio artístico, incluidas figuras como Yuri, la India María y Rebeca de Alba.
También se dijo que usaba su programa para favorecer a amantes o familiares de altos funcionarios del gobierno.
Esta red de poder e influencia lo convirtió en blanco del espionaje por parte de los órganos de seguridad del Estado mexicano, que durante décadas monitorearon sus actividades por temor a que pudiera revelar información comprometida.
En 1981, lanzó el festival *Juguemos a cantar*, una competencia infantil que descubrió talentos como Lucero, Thalía y Lorenzo Antonio.
Sin embargo, este espacio también estuvo marcado por acusaciones de racismo, como cuando supuestamente favoreció a un niño blanco sobre uno de piel morena.
En otro escenario, se vio envuelto en un escándalo cuando su hijo fue acusado por el cantante Laureano Brizuela de evasión fiscal, aunque finalmente Velasco logró protegerlo del escándalo judicial.
El final de *Siempre en domingo* llegó en 1998, tras casi 30 años de transmisiones.
La combinación de su frágil estado de salud —había sido diagnosticado con hepatitis C y necesitaba un trasplante de hígado—, el cambio generacional en Televisa tras la muerte de Emilio Azcárraga Milmo y una pérdida general de audiencia, terminaron por sepultar el programa.
Raúl Velasco intentó regresar a los medios mediante un programa de radio, pero fracasó.
Según allegados, vivió una etapa de profunda tristeza y aislamiento, en la que muchos de sus antiguos colegas y artistas le dieron la espalda.
En sus últimos años, caminaba por Acapulco para tratar de mantenerse activo, pero su salud continuaba deteriorándose.
En 2002, publicó el libro *Reflexiones para vivir mejor*, en el que abordaba temas espirituales y valores humanos, intentando ofrecer una faceta más introspectiva y reflexiva de sí mismo.
Finalmente, el 26 de noviembre de 2006, Raúl Velasco falleció en su casa de Acapulco a los 73 años, producto de las complicaciones hepáticas derivadas de la hepatitis C y los problemas posteriores a su trasplante.
Raúl Velasco dejó un legado imborrable, tanto por lo que representó en la historia de la televisión mexicana como por los claroscuros de su vida pública y privada.
Fue una figura que simbolizó el poder absoluto de un medio sobre la cultura popular, capaz de lanzar o sepultar carreras, de emocionar a millones de espectadores cada domingo, y de construir un imperio de influencia que, con el paso del tiempo, también lo condenó al olvido y al juicio social.
Hoy, en un mundo donde los medios están más descentralizados y las voces se multiplican en redes sociales, su figura resulta tanto fascinante como inquietante, recordándonos que el poder, sin límites, puede ser tan brillante como oscuro.
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