El Último Deseo de Rubby Pérez: “Tápame si Algo Me Pasa”
La tragedia que sacudió la vida de Rubby Pérez y su familia en la discoteca Jetset dejó una huella imborrable en la música latina y en los corazones de quienes lo conocieron.
Su hija, Sulinca, ha compartido detalles desgarradores sobre su padre y el secreto que él le dejó antes de la fatal noche.
Una frase que parecía una advertencia se ha convertido en un eco de amor y protección que resonará por siempre en su vida.
“Si algo me pasa, tápame”, fue lo que Rubby le dijo a su hija en una conversación que ahora se siente como una premonición.
Nadie podía imaginar que esas palabras se convertirían en un mandato en el momento más oscuro de su vida.
La noche del colapso, la familia se encontraba en el escenario, disfrutando de un espectáculo que rápidamente se convirtió en una pesadilla.
“Estábamos frente a frente de la tarima, y de repente, todo se vino abajo”, recordó Sulinca, quien estaba a metros de su padre cuando ocurrió el desastre.
La escena fue caótica.
Concreto y escombros cayeron, y el pánico se apoderó de todos los presentes.
“Gente corriendo, cuerpos por todas partes, luces apagadas”, describió Sulinca, quien se quedó paralizada en medio del horror.
La desesperación la invadió mientras esperaba que su padre saliera, aún con la esperanza de que estuviera a salvo.
Sin embargo, los minutos se convirtieron en eternidad, y la frase que su padre le había dejado resonaba en su mente: “Tápame”.
Rubby Pérez, un ícono del merengue, no temía a la muerte, pero sí a lo que podría sucederle a su cuerpo después de fallecer.
“No quería ser exhibido, no quería convertirse en una imagen viral”, explicó su hija.
Su deseo de ser cubierto no era solo una preocupación por su dignidad, sino un acto de amor hacia su familia.
En un mundo donde la tragedia se convierte rápidamente en espectáculo, Rubby quería asegurarse de que su muerte no se convirtiera en un morbo público.
La noche del colapso no solo fue una tragedia para Rubby, sino también para su hija, quien vivió el horror desde el epicentro.
“Cuando finalmente recuperaron su cuerpo, yo llegué con una manta.
No hubo gritos, no hubo fotos, solo lágrimas y silencio”, recordó Sulinca.
Su deseo de proteger a su padre incluso en la muerte se convirtió en un acto de lealtad que marcó uno de los momentos más dolorosos de su vida.
La pregunta que surge de esta historia es profunda: ¿qué tanto nos pertenece la imagen de una figura pública?
Rubby Pérez fue un ídolo, pero también un hombre con temores y límites.
Su hija comprendió como nadie la humanidad detrás del artista.
Cubrir su cuerpo fue su manera de decirle: “Te escuché y aquí estoy”.
Este gesto, aunque pequeño, se convirtió en un símbolo de amor y respeto.
La tragedia no solo afectó a Rubby y su familia, sino también a otros músicos que formaban parte de esa noche fatídica.
Uno de ellos, un saxofonista, no sobrevivió, y otro, el bajista, sigue hospitalizado tras las heridas sufridas.
Sulinca recordó cómo su esposo se lanzó sobre ella en el momento del colapso, no para hacerse el héroe, sino para asegurarse de que al menos uno de ellos sobreviviera para cuidar de su hijo.
El espectáculo en el que estaban involucrados no era solo un trabajo; era una familia entera que se jugaba la vida por entretener a otros.
Mientras algunos en el público intentaban salir, otros grababan el caos en sus teléfonos, sin comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo.
“Algunos pensaron que era un temblor o una pelea, pero era una tragedia anunciada”, enfatizó Sulinca, quien también señaló que el estado del lugar ya presentaba riesgos evidentes.
La negligencia en la que se desarrolló este evento es una conversación que debe ser abordada.
Rubby merecía algo más que un final trágico; merecía despedirse en un coliseo, entre aplausos, no entre escombros.
La familia de Rubby ha quedado marcada para siempre, y Sulinca, con el alma rota, ha seguido hablando de su padre.
“Recuerdo el momento exacto en que él debía cantar la segunda parte de la canción y no lo hizo.
Fue justo cuando le tocaba volver a brillar”, lamentó.
La imagen de un padre que dio todo a la música cayendo en el mismo escenario que lo hizo inmortal es una que persigue a su hija.
La pérdida no solo fue la de un padre, sino también la de un compañero de vida artística.
A pesar del dolor, Sulinca ha mantenido viva la memoria de su padre, honrando su legado a través de sus recuerdos y su música.
Rubby Pérez no murió solo; murió con su hija cerca, con su música en el aire y con su último deseo respetado.
Aunque esto no consuela, sí honra su memoria.
La historia de Rubby y Sulinca es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de proteger a nuestros seres queridos, incluso en los momentos más oscuros.
La música de Rubby seguirá sonando, y su espíritu vivirá en los corazones de aquellos que lo amaron.
En conclusión, el último deseo de Rubby Pérez se ha convertido en un símbolo de amor y protección.
Su hija, Sulinca, ha demostrado que el amor trasciende incluso la muerte.
La tragedia de esa noche en la discoteca Jetset no solo se recuerda como un accidente, sino como un acto de amor en medio del caos.
La historia de Rubby Pérez y su familia es un testimonio de la humanidad detrás de la fama, un recordatorio de que, al final, todos somos seres humanos con temores, deseos y la necesidad de ser protegidos.
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