Marieta, esposa de Leo Dan, compartió secretos nunca antes revelados sobre la vida y carrera del famoso esposo cuando ella cumplió 74 años.
Esta historia tocó profundamente, no solo por los bellos recuerdos, sino también por las emociones profundas que se esconden detrás de cada palabra.
Leo Dan, cuyo nombre real es Leopoldo Dante Tévez, nació una noche de tormenta en Villa Atamiski, Argentina.
Su madre creía que los truenos esa noche eran aplausos del cielo.
Marieta cuenta que, cuando Leo era niño, ya demostraba un talento excepcional para el canto, incluso antes de aprender a hablar claramente.
Con tan solo 5 años, Leo ya estaba cantando en ferias para intercambiar su actuación por algo de fruta para su familia.
Él siempre guardó la primera moneda que ganó cantando a lo largo de su vida, la llevaba en el bolsillo de su chaqueta.
Marieta también reveló que Leo tuvo que trabajar arduamente para mantener a su familia antes de convertirse en un artista famoso.
Durante el día trabajaba en una zapatería, y por la noche cantaba en bares.
Uno de los tesoros de Leo era su pequeño cuaderno rojo, donde anotaba sus canciones.
Había piezas maravillosas que, lamentablemente, nunca llegaron a ser grabadas.
La historia de amor entre Leo y Marieta también es romántica y llena de cariño.
Ellos crearon pequeños hábitos diarios, como la costumbre de tomar mate y pan en cada 15 del mes.
Leo preparaba el mate y los panes para Marieta, y aunque él estaba de gira, siempre la llamaba a esa hora para compartir este momento juntos.
Un relato interesante que cuenta Marieta es el miedo de Leo a los payasos.
Él había estado aterrorizado por ellos desde niño, e incluso evitaba encontrarse con ellos en las fiestas de cumpleaños de sus hijos.
Además, Leo tenía una peculiaridad: solo componía música cuando usaba una camisa de color azul, pues creía que ese color le traía suerte y lo inspiraba.
Marieta también relató una época oscura en la vida de Leo, en 1985, cuando sufrió una profunda depresión tras la muerte inesperada de su hermano.
Durante ese tiempo, Leo no pudo cantar y, de hecho, pasó meses sin salir de la cama.
Para superar el dolor, comenzó a pintar.
Leo no quería compartir sus pinturas con el público, ya que eran una forma de enfrentarse a su tristeza y un proceso de sanación para su alma.
Toda la familia, especialmente sus tres hijos, siempre recibía relatos especiales de Leo.
Cada noche, Leo les llamaba para contarles historias sobre un personaje que él había creado, “El viajero entre las estrellas”.
Estas historias no solo eran divertidas, sino también lecciones de vida valiosas que él quería transmitirles.
Sobre todo, estas historias siempre se relacionaban con situaciones que sus hijos enfrentaban en la vida diaria.
En sus últimos años, Leo enfrentó una enfermedad rara que afectó sus cuerdas vocales y le hizo perder gradualmente su voz.
Sin embargo, él siguió cantando en su jardín, donde las flores parecían “escuchar” y recibir sus suaves canciones.
Marieta recuerda que, aunque la voz de Leo ya no era la misma, él seguía cantando cada mañana para dar vida a su jardín.
Uno de los últimos regalos que Leo dejó para la familia fue una colección de canciones inéditas.
En sus últimos meses, Leo compuso y grabó algunas canciones especiales para cada miembro de su familia.
Estas canciones no solo eran un obsequio musical, sino también una parte del alma de Leo, dejando un legado invaluable para sus hijos y nietos.
En sus últimos momentos, Leo le pidió a Marieta que prometiera enviar las cartas que él había escrito a los clubes de fans de todo el mundo.
Cada carta contenía historias sobre sus conciertos, recuerdos inolvidables y secretos nunca antes revelados.
Las últimas palabras de Leo, “La música nunca muere, solo cambia de forma”, seguirán siendo una verdad eterna a lo largo del tiempo.
Marieta conserva todos los objetos, cartas y grabaciones inéditas de Leo como tesoros preciosos.
Cada vez que recuerda a su esposo, abre los diarios y siente que Leo sigue a su lado, creando música y enseñándole sobre el amor y la música.
