¡21 años para “El Beneco”! La condena que sacude el caso Miguel Uribe – “¿Justicia o solo un capítulo más en esta novela sin fin?”
La justicia colombiana dio un paso importante en el caso del magnicidio de Miguel Uribe Turbay con la condena a 21 años de prisión para Carlos Eduardo Mora González, conocido en el mundo criminal como alias “El Beneco”.
Este hombre fue declarado culpable por su participación directa en la planeación y ejecución del atentado que le costó la vida al senador el pasado 7 de junio en Bogotá.
Según las investigaciones de la Fiscalía, “El Beneco” fue pieza clave en la logística del crimen.
No solo condujo y suministró un vehículo para reconocer el lugar donde se perpetró el asesinato, sino que también facilitó el traslado de otros implicados que entregaron el arma al adolescente que finalmente disparó contra Uribe Turbay.

Este proceso judicial se concretó tras un preacuerdo entre Mora y la Fiscalía, lo que permitió acelerar la condena y establecer responsabilidades claras.
Además de homicidio agravado, se le imputaron cargos por concierto para delinquir y fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego, todos agravados por las circunstancias del crimen.
El monto de cinco millones de pesos que recibió “El Beneco” por su participación en el plan criminal evidencia la frialdad con la que se manejaron los recursos para ejecutar un crimen político de tal magnitud.
Esta sentencia se suma a la primera condena dictada contra el menor que disparó, quien recibió una pena de siete años en un centro especializado para menores, cumpliendo con la legislación vigente para adolescentes infractores.
Sin embargo, la violencia y la impunidad no terminan con estas sentencias.

En paralelo, la madre de otro menor asesinado, Harold Aroca, clama por justicia y denuncia amenazas de muerte que la mantienen en un constante estado de miedo.
Harold, un adolescente de 15 años, fue desaparecido y encontrado sin vida con signos de violencia y tortura en el barrio Los Laches.
Desde entonces, su madre Carolina García no ha dejado de exigir que se capturen a los responsables, pero la lentitud y falta de avances en la Fiscalía la han llevado a recibir mensajes intimidatorios que le prohíben volver a su barrio bajo amenaza de muerte.
“Ya me dijeron que no puedo volver a Los Laches o me van a matar”, afirmó García, quien rechazó las medidas de protección ofrecidas por las autoridades, pues considera que no hay garantías reales para su seguridad y que solo quiere justicia para su hijo.
La denuncia de Carolina pone en evidencia la difícil situación que enfrentan muchas familias en Colombia, donde la violencia no solo arrebata vidas sino que también persigue y amedrenta a quienes buscan esclarecer los crímenes.

Mientras tanto, la Fiscalía asegura que los responsables están identificados, pero la falta de resultados concretos genera desconfianza y desesperanza en las víctimas y sus familiares.
El asesinato de Miguel Uribe Turbay y la condena de “El Beneco” son solo una parte de una red criminal más amplia, que incluye narcotráfico, homicidios selectivos y la utilización de menores para cometer actos violentos.
El uso de fachadas como conductores de plataformas de transporte para ocultar actividades ilícitas muestra la sofisticación y el riesgo que enfrentan las investigaciones para desmantelar estas organizaciones.
La sentencia a Carlos Mora es un mensaje claro de que la justicia puede llegar, pero también un recordatorio de que la lucha contra la violencia y la impunidad es larga y compleja.
En este contexto, la sociedad colombiana sigue esperando respuestas, protección y garantías para vivir sin miedo, mientras las familias de víctimas como Miguel Uribe y Harold Aroca continúan su búsqueda incansable de verdad y justicia.

Este caso también pone sobre la mesa la necesidad de fortalecer las instituciones y los mecanismos de protección para quienes denuncian y luchan contra la criminalidad, para que no sean silenciados por la violencia.
La condena a “El Beneco” marca un hito, pero la historia está lejos de terminar.
La justicia debe seguir adelante para desarticular completamente la red criminal y evitar que nuevas tragedias empañen el futuro del país.
Colombia observa con atención y esperanza, esperando que esta sentencia sea el inicio de un cambio real en la lucha contra el crimen organizado y la violencia política que tanto daño ha causado.
Porque detrás de cada número y cada sentencia, hay vidas humanas que merecen respeto, memoria y justicia.