La historia de Los Polivoces constituye uno de los capítulos más memorables, complejos y dolorosos de la comedia mexicana.

Durante más de una década, Enrique Cuenca y Eduardo Manzano formaron una dupla brillante que revolucionó la televisión, conquistó al público con personajes entrañables y elevó el humor blanco a un nivel pocas veces visto en el país.
Sin embargo, detrás de los aplausos, el éxito y la popularidad masiva, se escondía una relación que terminaría fracturándose de manera irreversible, dejando un vacío enorme en la cultura popular mexicana.
La leyenda de Los Polivoces no solo se construyó sobre risas; también está marcada por tensiones, malentendidos, rumores y un final trágico que sorprendió a millones de espectadores.
El origen del dúo se remonta a los primeros años de la televisión mexicana, cuando ambos jóvenes comediantes buscaban abrirse paso en un medio dominado por figuras ya establecidas como Cantinflas, Viruta y Capulina o Tin Tan.
Eduardo Manzano, nacido en 1938 en la Ciudad de México, siempre había soñado con ser comediante, alentado por su familia y por las pequeñas actuaciones que ofrecía en la estación de bomberos donde trabajaba su padre.
Enrique Cuenca, por su parte, nació en 1940 y desde muy joven fue descrito como un hombre amable, creativo y profundamente apasionado por el humor.
El destino los reunió en un concurso llamado “La hora del imitador”, transmitido por el Canal 4.
En lugar de competir ferozmente, ambos se impresionaron mutuamente y comprendieron que juntos podían construir algo nuevo.
Fue así como nació el concepto de Los Polivoces, nombre que surgió de “poli”, que alude a lo múltiple, y “voces”, debido a su capacidad para interpretar e imitar diferentes personajes.

Aunque en un inicio contaron con un tercer miembro, Luis Soto, este no pudo continuar por motivos laborales, lo que consolidó a Cuenca y Manzano como el dúo definitivo.
En un principio enfrentaron rechazo por parte de empresarios y productores, quienes afirmaban que ya había demasiados cómicos en la industria.
Sin embargo, su perseverancia dio frutos cuando lograron presentarse en el teatro Ideal, donde el público reaccionó con entusiasmo y abrió la puerta a nuevas oportunidades.
Su gran salto se produjo cuando fueron invitados al programa “Tiempo y contrastes”, conducido por Kipi Casado.
Su participación fue tan exitosa que los productores decidieron extender su tiempo al aire, desplazando incluso a otros artistas previamente programados.
A partir de ese momento, Los Polivoces comenzaron una carrera imparable que incluyó programas de televisión, discos, giras internacionales y una popularidad que los convirtió rápidamente en íconos culturales.
Su humor blanco, su capacidad de imitación y la creación de personajes inolvidables como Don Teofilito, Chano y Chon, los Hermanos Lelo, Gordolfo Gelatino o Doña Naborita marcaron la década de los 60 y 70.
La creatividad detrás del dúo provenía principalmente de Enrique Cuenca, quien a menudo trabajaba de la mano del libretista Mauricio Kleiff, aunque Eduardo Manzano también colaboraba activamente en el desarrollo de los personajes y en la puesta en escena.
Más allá de las risas, Los Polivoces capturaron aspectos esenciales de la vida mexicana, caricaturizando situaciones cotidianas y reflejando estereotipos sociales con ingenio y ternura.
Su estilo conectó con el público de manera profunda, convirtiéndolos en uno de los dúos humorísticos más importantes en la historia de México.
Sin embargo, su ascenso meteórico fue también el inicio de tensiones internas.
A mediados de los años 70 comenzaron a circular rumores sobre diferencias económicas, conflictos personales e incluso problemas entre las esposas de ambos.
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Aunque nunca se comprobó del todo, tales versiones alimentaron el morbo del público.
La realidad, según diversas entrevistas posteriores, es que Eduardo Manzano propuso cambiar la repartición económica del dúo, argumentando que él había sido quien aportó el nombre, la idea inicial y varias responsabilidades administrativas.
Su planteamiento proponía una división de 65% para él y 35% para Enrique Cuenca, quien se negó rotundamente al considerar injusto el cambio luego de tantos años de trabajo conjunto.
La ruptura fue inevitable y en 1977 Los Polivoces anunciaron su separación.
Para el público, que los adoraba, la noticia fue devastadora.
Los empresarios perdieron a una de sus “gallinas de los huevos de oro”, pues los programas del dúo tenían ratings altísimos y los contratos discográficos y publicitarios eran garantía de éxito.
Para Cuenca, la separación representó un golpe emocional profundo, que muchos calificaron como una traición.
Manzano, por su parte, sostuvo que su decisión respondía a diferencias creativas y a su deseo de explorar otros caminos.
Tras la separación, cada uno siguió su propio rumbo.
Eduardo Manzano protagonizó “El show de Eduardo II” y continuó activo en televisión durante décadas, incluso participando en la serie “Una familia de diez”.
En 1998 fue herido al intentar evitar un asalto, pero logró recuperarse y continuar trabajando.

Enrique Cuenca, en cambio, enfrentó problemas de salud que se agravaron con el paso de los años.
Su esposa Verónica Torres estuvo dispuesta a donarle un riñón cuando los médicos determinaron que necesitaba un trasplante urgente.
Sin embargo, el tiempo no alcanzó.
El 29 de diciembre del año 2000, Enrique Cuenca falleció a los 60 años de un paro cardíaco derivado de sus complicaciones renales, dejando una huella imborrable en la comedia mexicana.
Hubo un efímero reencuentro en el año 2000 para grabar un comercial, aunque cada uno grabó su parte por separado.
No fue un retorno artístico, sino una reunión fugaz motivada únicamente por motivos comerciales.
Nunca más volvieron a trabajar juntos.
Su separación sigue siendo una de las más dolorosas en la historia del espectáculo mexicano, no solo por la pérdida de una mancuerna artística perfecta, sino por el impacto que dejó en generaciones que crecieron disfrutando de sus personajes.
A lo largo de su trayectoria conjunta, Los Polivoces realizaron 18 películas, grabaron 12 discos y participaron en más de 60 giras internacionales.
Su legado perdura con el paso del tiempo, y sus personajes continúan vivos en la memoria colectiva.
Representaron una comedia limpia, ingeniosa y profundamente humana, capaz de arrancar risas sin recurrir a la vulgaridad.
Aunque su historia terminó envuelta en dolor, su contribución al humor mexicano sigue siendo motivo de admiración y nostalgia.