💥¡TRAGEDIA EN VIVO! Así fue la NOCHE MALDITA en la que RUBBY PÉREZ murió entre escombros y gritos de horror😱
Todo comenzó con un flyer inocente en redes sociales.
Rubby Pérez, el eterno maestro del merengue, se presentaría en vivo el lunes 7 de abril en la discoteca JetSet de Santo Domingo.
El anuncio corrió como pólvora, miles compartieron la noticia, compraron entradas, se prepararon para una noche mágica.
Lo que nadie sabía es que esa discoteca, ícono de la noche dominicana, era una trampa mortal sostenida por cemento agrietado, estructuras debilitadas y negligencia disfrazada de glamour.
Desde las primeras horas del lunes, el ambiente era de preparación.
Camiones con licor, pruebas de sonido, luces, gente entrando y saliendo.
Todo parecía en orden, pero los empleados nuevos ya sentían algo extraño: las vibraciones del techo, el ruido de los generadores, las miradas nerviosas.
Algunos preguntaron en voz baja si era seguro estar allí, pero nadie se atrevía a decirlo en alto.
El negocio era más fuerte que la precaución.
Por la tarde, Rubby Pérez llegó al local.
Vestía casual, saludaba, sonreía.
No imaginaba que estaba a horas de su última actuación.
Entró confiado, revisó los detalles del show, conversó con músicos y técnicos.
El DJ ambientaba el lugar, las luces LED bailaban, el público empezaba a llegar.
A las 8 de la noche, se abrieron las puertas.
Santo Domingo se vestía de fiesta para bailar con su ídolo.
Nadie sospechaba lo que iba a pasar.
Las grietas estaban ahí, visibles, cubiertas toscamente con cemento.
El techo vibraba con la música.
Algunos miraban hacia arriba extrañados, pero la emoción del concierto vencía cualquier duda.
La discoteca se llenó a capacidad total.
El calor aumentaba, los aires acondicionados vibraban con fuerza, las plantas eléctricas sobrecargaban la estructura, los postes de luz crujían con cada bajo que retumbaba.
A la medianoche, las luces se apagaron por unos segundos.
Era la señal de que el gran Rubby Pérez estaba por salir.
El público estalló en gritos.
Él apareció en escena con carisma y energía, interpretando sus grandes éxitos.
Todo era fiesta, hasta que algo empezó a caer del techo.
Polvo, trozos de concreto, pedazos del pasado siniestro de JetSet que nunca fueron removidos después del incendio de 2023.
Pero la música seguía.
Rubby trató de calmar al público.
“Todo está bien, mi gente”, dijo con el micrófono en mano.
No lo estaba.
Faltaban minutos para la 1 de la mañana cuando, durante la interpretación de “Volveré”, la estructura central del techo colapsó.
Un bloque enorme de concreto cayó con violencia sobre el escenario.
El saxofonista fue sepultado de inmediato.
Rubby intentó escapar, pero fue arrastrado por el derrumbe.
Los gritos de alegría se transformaron en gritos de horror.
Polvo, humo, electricidad chisporroteando.
La pista de baile se volvió un campo de batalla.
Algunos corrían, otros gritaban nombres de amigos y familiares.
El caos fue total.
Botellas rotas, sillas volcadas, gente empujándose para alcanzar una salida.
Pero muchas rutas estaban bloqueadas.
La música cesó, las luces también.
Solo quedaba oscuridad, llanto y desesperación.
Los servicios de emergencia tardaron en llegar.
Nadie esperaba una tragedia así.
Cuando lo hicieron, la escena era apocalíptica.
Camillas improvisadas, heridos cubiertos de sangre y escombros, gritos pidiendo ayuda.
La cifra inicial de muertos era 27.
Luego 44.
Después 58.
Entre ellos, Octavio Dotel, exbeisbolista de Grandes Ligas, y figuras políticas como la gobernadora Nels Cruz.
El país entero lloraba.
En la madrugada, el nombre de Rubby Pérez era un misterio.
Unos decían que había sido rescatado.
Otros que seguía bajo los escombros.
Su manager, con la camisa ensangrentada, trató de calmar a la prensa.
Pero nadie sabía nada con certeza.
Hasta que a las primeras luces del día, se confirmó lo peor: el cuerpo del ídolo fue encontrado sin vida, sepultado entre restos de escenario y equipo de sonido.
El corazón del merengue dominicano había dejado de latir.
El presidente Abinader declaró tres días de duelo nacional.
Las redes sociales se llenaron de homenajes, rabia, impotencia.
¿Cómo se permitió que esta tragedia ocurriera? ¿Por qué no se clausuró un local tan evidentemente inseguro? La respuesta está en las conexiones, en la corrupción, en los intereses económicos que callaron a las autoridades.
Las denuncias eran conocidas, pero ignoradas.
Hoy, el país paga ese precio.
Mientras las excavadoras removían más escombros y las familias lloraban a sus muertos, los expertos en construcción dijeron lo que ya todos sabían: esta tragedia se pudo evitar.
Las grietas eran públicas.
La estructura estaba comprometida desde 2023.
Pero se prefirió tapar con parches lo que requería demolición total.
Todo por el dinero.
Todo por la fama.
Todo por una noche más de fiesta.
Hoy, el JetSet está en ruinas.
Pero también lo está una parte del alma dominicana.
Rubby Pérez no solo fue una voz del merengue: fue símbolo, fue bandera, fue leyenda.
Murió entre aplausos que se convirtieron en llanto.
Entre luces que se apagaron para siempre.
Y en un escenario que nunca debió haberse usado.
Su muerte no fue solo trágica.
Fue un crimen social.
Y el pueblo no lo olvidará jamás.