Carlos Salinas a los 77 años: ¿Revelación o estrategia? El silencio que sacude a México
Carlos Salinas de Gortari gobernó México entre 1988 y 1994, un periodo que dejó una huella profunda y contradictoria en la historia del país.
Su presidencia fue un capítulo de grandes promesas de modernización y crecimiento económico, pero también de graves crisis políticas, sociales y económicas que marcaron a toda una generación.
El ascenso de Salinas al poder estuvo envuelto en una polémica que persiste hasta hoy: las elecciones presidenciales de 1988.
Conocida como “la caída del sistema”, aquella noche el conteo de votos fue interrumpido misteriosamente por un fallo informático que permitió que Salinas apareciera como ganador, pese a que los primeros resultados favorecían a su principal rival, Cuauhtémoc Cárdenas.
Esta irregularidad sembró desconfianza en el sistema electoral y marcó el inicio de una era de cuestionamientos a la legitimidad del PRI y de Salinas.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había dominado la política mexicana durante más de medio siglo, enfrentaba por primera vez una oposición real y organizada.
Cárdenas, con su coalición de izquierda, y el Partido Acción Nacional (PAN) por la derecha, desafiaban la hegemonía priista.
Sin embargo, la sospecha de fraude en la elección de 1988 minó la confianza ciudadana y dejó una cicatriz profunda en la democracia mexicana.
Durante su gobierno, Salinas impulsó una serie de reformas neoliberales que incluyeron la privatización de empresas públicas, como Telmex, y la apertura económica a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Estas medidas generaron una nueva élite empresarial, enriquecida en muchos casos gracias a la venta de activos estatales, mientras que amplios sectores de la población quedaron marginados y empobrecidos.
Uno de los escándalos más notorios vinculados a su administración fue el llamado “presupuesto negro”, un fondo secreto manejado por su hermano Raúl Salinas, que supuestamente financió actividades ilícitas y enriqueció a la familia Salinas.
La revelación de millones de dólares en cuentas suizas y la posterior investigación internacional pusieron en el centro del debate la corrupción sistémica que marcó su sexenio.
El año 1994 fue especialmente turbulento para el gobierno de Salinas.
El levantamiento zapatista en Chiapas evidenció la exclusión y pobreza rural que las políticas oficiales no habían logrado resolver.
Poco después, el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, quien había criticado abiertamente a la élite política, conmocionó al país y dejó muchas preguntas sin respuesta, alimentando teorías sobre conspiraciones internas.
La sucesión presidencial también estuvo plagada de tensiones.
Tras la muerte de Colosio, Salinas impulsó la candidatura de Ernesto Zedillo, un político sin base popular que fue percibido como un títere fácil de controlar.
Sin embargo, poco después de asumir el cargo, México sufrió una crisis financiera conocida como el “error de diciembre”, que provocó una fuerte devaluación del peso, pérdida masiva de empleos y un aumento drástico de la pobreza.
En medio de esta crisis, el arresto de Raúl Salinas por su presunta implicación en un asesinato político rompió la alianza entre Carlos Salinas y su sucesor Zedillo.
La presión pública y política llevó a Salinas a abandonar México en 1995, iniciando un exilio que lo mantuvo alejado del país pero no del poder.
A pesar de su ausencia física, Salinas siguió influyendo en la política mexicana desde el extranjero, manteniendo vínculos con el PRI y asesorando en decisiones clave durante los gobiernos posteriores.
Su figura se convirtió en un símbolo de la corrupción y la impunidad, conocido en círculos políticos como “el innombrable”.
En años recientes, la familia Salinas ha vuelto a estar en el centro de la polémica, especialmente con las acusaciones contra su hijo Emiliano, vinculado a una secta criminal en Estados Unidos.
Estos escándalos han reforzado la percepción de una dinastía que continúa operando en la sombra.
En 2024, Carlos Salinas reapareció en un podcast criticando la eliminación de las pensiones presidenciales y describiéndose a sí mismo como desempleado.
Sus declaraciones generaron reacciones encontradas, desde el sarcasmo de figuras políticas actuales hasta debates sobre su legado y la justicia pendiente.
La figura de Salinas sigue siendo un punto de división en México.
Para algunos, es un arquitecto de la modernización y el crecimiento; para otros, el símbolo máximo de la corrupción, la desigualdad y el fraude electoral.
Su silencio roto a los 77 años abre nuevas interrogantes: ¿busca limpiar su imagen o simplemente reafirmar su influencia?
¿Podrá alguna vez México cerrar este oscuro capítulo de su historia?
Lo cierto es que la sombra de Carlos Salinas de Gortari sigue presente en la política y la sociedad mexicana.
Su historia es una advertencia sobre los peligros del poder sin control y la importancia de la transparencia y la justicia.
Mientras México avanza, las preguntas sobre su legado y responsabilidades permanecen abiertas, esperando respuestas que el tiempo y la historia aún deben revelar.