¡Horror bajo la fachada! Padres de Valeria Afanador rompen el silencio tras un mes: “Nos quisieron vender un accidente, pero la verdad es otra”
La muerte de Valeria Afanador, una niña de apenas 10 años con síndrome de Down, ha dejado una herida abierta en Colombia, no solo por la tragedia en sí, sino por las dudas y denuncias que sus propios padres han hecho públicas.
Un mes después de aquel fatídico 12 de agosto de 2025, cuando Valeria desapareció y luego fue hallada sin vida a orillas del río Frío, sus padres decidieron romper el silencio y contar lo que realmente creen que ocurrió.
Desde el primer instante, el padre de Valeria dejó claro que la versión oficial no encajaba con la realidad que ellos conocían.
“Nuestra hija no salió sola del colegio”, dijo entre lágrimas, una frase que se convirtió en la piedra angular de su lucha por la verdad.
Para ellos, pensar que Valeria, una niña vulnerable y con limitaciones, pudo decidir por sí sola salir del colegio, atravesar una zona con arbustos y acercarse al río, era imposible.
Los padres denunciaron que alguien tuvo que persuadirla o incluso llevarla, porque Valeria no tenía la autonomía para hacerlo sola.
“No es posible que se haya ido sin que alguien más interviniera”, insistió su padre con voz quebrada, reflejando el profundo dolor y la incredulidad que los consumía.
Pero la indignación de la familia no terminó ahí.
Señalaron directamente al colegio como responsable de una cadena de negligencias que, según ellos, permitieron que Valeria saliera del recinto sin la supervisión adecuada.
“El colegio nos falló”, confesó el padre, denunciando además que la institución actuó con indiferencia, ocultó información y hasta modificó la estructura física del lugar para tapar huecos en la reja perimetral que pudieron facilitar la salida de Valeria.
La familia también cuestionó la falta de transparencia en la investigación.
Las cámaras de seguridad del colegio no tenían audio, un detalle que les pareció una burla en pleno siglo XXI.
Además, afirmaron que algunos testimonios importantes de profesores y directivos no fueron incluidos en el expediente oficial, lo que aumentó sus sospechas de encubrimiento.
El hallazgo del cuerpo de Valeria a pocos metros del colegio, después de 18 días de intensa búsqueda con más de 200 personas involucradas, sembró aún más dudas.
“Yo estuve presente en esas búsquedas. Caminamos por ese lugar y no encontramos nada”, relató el padre con contundencia.
Para ellos, era imposible que el cuerpo hubiera estado ahí desde el principio y no hubiera sido descubierto antes.
La madre coincidió con esta versión, asegurando que alguien movió el cuerpo de Valeria y lo colocó en ese sitio después.
“Nos arrebataron la posibilidad de encontrarla con vida. Nos arrebataron la verdad”, afirmó con lágrimas, una declaración que refleja la mezcla de dolor y rabia que atraviesa la familia.
Aunque el informe de medicina legal indicó que Valeria murió por ahogamiento el mismo día de su desaparición y que no había señales de violencia física o sexual, los padres no aceptan esta conclusión como definitiva.
Insisten en que la condición en la que fue hallado el cuerpo no corresponde con casi tres semanas bajo el agua, y que la versión oficial es una forma de ocultar la verdad.
Este caso ha generado una ola de indignación en el país, especialmente entre padres y madres que ahora cuestionan la seguridad de sus hijos en las instituciones educativas.
La historia de Valeria se ha convertido en un símbolo de las fallas del sistema, donde la negligencia y la falta de transparencia pueden tener consecuencias fatales.
Los padres de Valeria han dejado claro que no buscan venganza, sino justicia.
Quieren que se investigue a fondo, que se identifiquen responsabilidades y que se esclarezca qué ocurrió realmente aquel día.
Su lucha es también un llamado para que ningún otro niño vulnerable sufra una tragedia similar.
El colegio, por su parte, ha quedado en el ojo del huracán.
La familia acusa a la institución de priorizar su imagen sobre la búsqueda de la verdad y la protección de los estudiantes.
Esta denuncia añade una dimensión política y social al caso, que trasciende la pérdida personal para cuestionar la gestión y responsabilidad de las escuelas.
En un país donde la violencia y la negligencia muchas veces quedan impunes, la voz de los padres de Valeria resuena con fuerza y valentía.
Su testimonio es un grito de resistencia que exige transparencia y justicia, y que pone a prueba la capacidad del sistema para responder ante tragedias que involucran a los más vulnerables.
Mientras la investigación continúa, la familia Afanador mantiene viva la memoria de Valeria y la esperanza de que algún día se haga justicia.
Su historia no debe ser olvidada ni silenciada, sino utilizada como un faro para proteger a otros niños y exigir un cambio real en las instituciones educativas.
La tragedia de Valeria Afanador es un doloroso recordatorio de que detrás de cada noticia hay vidas humanas, familias destrozadas y una lucha incansable por la verdad.
Que su nombre sea un símbolo de justicia y un llamado a la responsabilidad colectiva.
¿Quién debería responder por esta tragedia?
¿Fue realmente un accidente o hay algo más oscuro detrás?
La verdad aún está por descubrirse, y la sociedad entera espera respuestas claras y contundentes.