Heriberto Murrieta Revela Secretos Ocultos de Jacobo Zabludovsky que Cambiarán la Historia del Periodismo Mexicano
Jacobo Zabludovsky fue durante años la figura central del periodismo televisivo en México, conocido por su voz autoritaria y su presencia imponente en el noticiero “24 Horas”, que condujo durante 27 años.
Sin embargo, detrás de esa imagen pública pulida, se escondía una realidad llena de tensiones y conflictos que pocos conocían.
Heriberto Murrieta, quien trabajó de cerca con Jacobo y fue considerado su discípulo, ha decidido hablar después de años de silencio y revelar episodios que describió como humillantes y emocionalmente desgastantes.
En una entrevista sincera, Murrieta confesó que trabajar bajo la estricta dirección de Zabludovsky implicaba enfrentar abusos emocionales y una presión constante para alcanzar la perfección periodística.
Uno de los momentos más dolorosos para Murrieta fue su primera entrevista a Cantinflas, el icónico comediante mexicano.
Tras entregar el material, Jacobo rompió la hoja de la entrevista frente a él, señalando su falta de preparación y rigor, una experiencia que Murrieta calificó como “increíblemente humillante”.
Este episodio marcó el inicio de una etapa de exigencias implacables que definieron su carrera.
Además, Murrieta recordó otro incidente con el futbolista Hugo Sánchez, cuando una entrevista prolongada estuvo a punto de ser cancelada por Zabludovsky por llegar tarde a la transmisión.
Estos episodios reflejan el carácter inflexible y exigente del legendario periodista.
Más allá del ámbito profesional, Murrieta también reveló detalles sobre la relación personal y profesional de Jacobo con figuras icónicas mexicanas.
Destacó la profunda amistad y respeto mutuo entre Zabludovsky y María Félix, la legendaria actriz conocida como “La Doña”.
Su encuentro en 1991 fue descrito como un momento lleno de elegancia, cultura y complicidad, donde la actriz mostró su admiración por el periodista y compartió reflexiones sobre la vida, la feminidad y la tauromaquia.
Murrieta describió a María Félix como una mujer imponente y sencilla a la vez, con un estilo único y una personalidad arrolladora.
La relación entre ambos trascendió lo profesional y se convirtió en una amistad entrañable, llena de bromas, risas y respeto profundo.
Por otro lado, Murrieta también habló sobre la abrupta ruptura entre Jacobo Zabludovsky y Mario Moreno “Cantinflas”, una amistad que se terminó debido a un conflicto relacionado con sus hijos.
Según Murrieta, una conversación tensa durante un almuerzo entre ambos terminó con Cantinflas ofendido y alejándose para siempre de Jacobo, marcando el fin de una relación que había sido cercana durante años.
Este distanciamiento se debió a comentarios críticos sobre Abraham, hijo de Jacobo, en medio de los problemas personales que enfrentaba Mario Arturo Moreno, hijo de Cantinflas, con adicciones y escándalos públicos.
La herida causada por esas palabras nunca se sanó y afectó profundamente a ambos.
En cuanto a la vida personal y profesional de Jacobo, Murrieta compartió que su mentor fue para él como un segundo padre, alguien que le enseñó no solo periodismo, sino también disciplina, cultura y respeto por la verdad.
Su relación laboral comenzó en 1988 cuando Jacobo lo invitó a unirse al equipo de “24 Horas”, que para Murrieta fue una verdadera escuela de periodismo.
Murrieta también narró su último encuentro con Jacobo en Cuba, apenas semanas antes de la muerte del periodista.
Observó a un hombre cansado y frágil, pero con una disciplina y espíritu admirables, que seguía trabajando con dedicación pese a su delicada salud.
La muerte de Jacobo Zabludovsky en 2015, a causa de un derrame cerebral tras complicaciones por deshidratación, fue un momento emotivo para Murrieta, quien asistió al funeral siguiendo la tradición judía, reflejando el respeto y cariño profundo que sentía por su mentor.
El legado de Jacobo es tan complejo como su vida misma.
Nacido en 1928 en Ciudad de México, hijo de inmigrantes judíos polacos, estudió derecho y comenzó su carrera en radio y prensa escrita antes de convertirse en una leyenda de la televisión.
Fue pionero en la creación del primer noticiario profesional en México y dominó la pantalla durante décadas.
Sin embargo, su carrera también estuvo marcada por críticas severas.
Fue acusado de ser un vocero del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido que gobernó México durante décadas, y se le reprochó su silencio y falta de cobertura crítica durante episodios oscuros como la masacre de Tlatelolco en 1968 y la matanza del Jueves de Corpus en 1971.
Su imagen como periodista imparcial se vio empañada por su alineación con el poder político, lo que generó desconfianza y críticas, incluso llegando a inspirar canciones satíricas como “Que no te haga bobo Jacobo” de la banda Molotov, que lo acusaba de manipular la información a favor del gobierno.
Además, un episodio en 2010 evidenció la controversia alrededor de su figura cuando Univisión anunció su nombramiento como director de noticias, pero la fuerte oposición interna llevó a la renuncia masiva de periodistas y a la cancelación del nombramiento.
Finalmente, su salida de Televisa en el año 2000 coincidió con cambios en la cadena y la renuncia de su hijo Abraham, quien también era periodista.
Este cierre marcó el fin de una era en el periodismo televisivo mexicano.
Fuera del periodismo, Jacobo era un hombre apasionado por el tango y la tauromaquia, manteniendo amistades con toreros famosos y siendo reconocido por su conocimiento cultural.
La verdad revelada por Heriberto Murrieta ofrece una visión humana y compleja de Jacobo Zabludovsky, mostrando tanto su grandeza profesional como sus sombras personales y políticas.
Esta confesión invita a reflexionar sobre el papel del periodista en contextos difíciles y el costo personal de la fama y el poder.
¿Fue Jacobo Zabludovsky un periodista comprometido con la verdad o un instrumento del poder?
La respuesta parece estar en un terreno intermedio, lleno de contradicciones y matices que ahora, gracias a Murrieta, podemos comprender mejor.
Su historia es un recordatorio de que las figuras públicas, por más icónicas que sean, tienen vidas privadas complejas que influyen en su legado y en cómo serán recordadas por las futuras generaciones.