¡La señal que rompió el alma! Polilla, entre lágrimas, revela el mensaje de La Gorda Fabiola a través de un sueño: “¿Una despedida o un adiós eterno?”
La partida de La Gorda Fabiola el pasado 19 de septiembre dejó enlutado a todo un país.
Durante cerca de 30 años, esta querida humorista logró arrancar sonrisas y alegrar los días de millones de colombianos.
Sin embargo, detrás de esa alegría pública, su familia vivía un duelo profundo y reservado, manteniendo silencio ante los medios.
Fue hasta el 7 de octubre que Polilla, esposo y compañero inseparable de Fabiola, decidió abrir su corazón en una emotiva entrevista para el programa “Día a Día” del Canal Caracol.
Con la voz entrecortada y el alma a flor de piel, recordó cómo el humor y el amor fueron los lazos que los unieron durante toda su vida.
Polilla confesó que durante años, incluso cuando la salud de su esposa comenzó a deteriorarse, ambos hablaron sin miedo sobre la muerte.
“Muchas veces nos burlábamos y hablábamos de la muerte”, dijo, recordando cómo Fabiola siempre tuvo una actitud valiente y hasta divertida frente a ese inevitable destino.
Recordó con cariño una peculiar conversación que tuvieron tras salir de un funeral.
Fabiola le dijo con humor que no tenía problema en que le mostraran su funeral, pero con una condición: “Si me muero primero y me van a mostrar, tienen que mostrarme bien, maquillada, vestida, arreglada. Si me muestran mal, fea, le jalo las patas a usted”, relató Polilla, arrancando una sonrisa pese al dolor.
La última vez que vio a su esposa con vida fue en el hospital, a las 4 de la madrugada.
En ese momento, Polilla le recordó cuánto la amaba y que la esperaba.
Aunque sabía que ella luchaba entre irse o quedarse, Fabiola le confesó sentir una paz impresionante que le daba ganas de seguir adelante.
Pero la historia no termina ahí.
Polilla contó que tanto él como su familia y sus perros han sentido la presencia de La Gorda Fabiola en la casa.
En la última noche del novenario, mientras terminaban los rezos, su perrita, acostada en el sofá, se levantó y fijó la mirada hacia la puerta, siguiendo con la vista algo invisible que se desplazaba por el pasillo.
“Yo lo estaba viendo y me entró un frío impresionante en el cuerpo”, confesó Polilla, mostrando cómo esas pequeñas señales le han dado consuelo y la certeza de que Fabiola sigue cerca, cuidándolos desde otro plano.
Además, días antes de su fallecimiento, Fabiola había recibido un bonsái como regalo.
Polilla recordó que la planta estaba hermosa, con hojas verdes y saludables.
Sin embargo, el día que regresó a casa tras la muerte de su esposa, encontró que todas las hojas se habían caído, quedando solo el tallo desnudo.
“Señales, esas son señales”, afirmó, interpretando ese cambio en la planta como un símbolo del tránsito y la despedida definitiva de su amada compañera.
Esta historia conmueve porque va más allá del dolor; es un relato de amor eterno, de la esperanza que persiste en medio de la pérdida y de la magia que a veces se manifiesta en formas inesperadas.
La Gorda Fabiola no solo dejó un legado de risas y alegría, sino también un mensaje profundo sobre la vida, la muerte y la conexión que trasciende el tiempo y el espacio.
Polilla, con su sinceridad y sensibilidad, nos invita a creer que quienes amamos nunca se van del todo, que sus señales pueden llegar en sueños, miradas o incluso en un bonsái que pierde sus hojas.
En un mundo donde la muerte suele ser un tabú, esta historia nos recuerda que el duelo es un proceso lleno de misterios y símbolos que nos ayudan a sanar.
Además, la figura de La Gorda Fabiola se mantiene viva en el corazón de Colombia, no solo por su talento humorístico, sino por la humanidad y el amor que compartió con quienes la rodearon.
Polilla continúa su camino, aferrado a esos recuerdos y señales que le permiten sentirla cerca, y con la esperanza de que algún día volverán a encontrarse.
Mientras tanto, su relato nos deja una enseñanza: en el dolor, también hay mensajes, y en la despedida, una promesa de que el amor nunca muere.
Así, entre lágrimas y sonrisas, Polilla honra la memoria de La Gorda Fabiola y su legado imborrable, recordándonos que la vida sigue, pero nunca sin ellos.
Porque, como bien dijo el comediante, “el humor y el amor nos unieron toda la vida”, y esas fuerzas son las que ahora lo sostienen en su camino.