La Vida y Trágico Final de Tito Cortez: El Ciclón del Pacífico que se Apagó por el Cigarrillo
La historia de Tito Cortez, cuyo verdadero nombre era Luis Alberto Cortez Bonet, es un relato conmovedor de talento, lucha y eventual tragedia.
Nacido en la ciudad de Tumaco, Nariño, Colombia, en la década de 1920, Tito Cortez se convirtió en un ícono de la música popular colombiana, conocido por su voz nasal prodigiosa y su carisma envolvente.
Desde sus humildes comienzos hasta alcanzar la fama, su vida estuvo marcada por la pasión por la música y los excesos que, lamentablemente, lo llevaron a un triste final.
Creció en la pobreza, siendo criado por su madre adoptiva.
En 1942, se trasladó a Buenaventura, donde se unió a la Armada durante dos años, seguido de cinco años en la marina mercante.
Durante este tiempo, no solo completó su educación secundaria, sino que también comenzó a destacar en la interpretación de la guitarra y su vocalización nasal.
Tito se describía a sí mismo como un “nocturno empedernido”, un amante de la vida nocturna que frecuentaba la zona de tolerancia de Cali, donde su carrera musical comenzó a tomar forma.
Su debut como cantante tuvo lugar en la única emisora de Buenaventura, donde ensayaba frente al puerto con su guitarra.
Al llegar a Cali, comenzó a ganarse la vida en los clubes nocturnos, adoptando el nombre artístico de Tito Cortez.
En 1951, grabó su primer gran éxito, “Alma Tumaqueña”, que fue un hito en su carrera y lo catapultó a la fama.
A partir de entonces, se convirtió en una figura prominente en la música colombiana, realizando presentaciones en todo el país y en el extranjero.
Tito Cortez vivió casi 50 años en Cali, casado con Alma Mery Gutiérrez y padre de cinco hijos, tres de los cuales heredaron su talento musical.
Julio, uno de sus hijos, se destacó como pianista en el Grupo Niche, mientras que otros continuaron su legado en diferentes orquestas.
Durante sus primeros años artísticos, Tito formó parte de un grupo llamado Los Call y Boys, aunque no dejaron grabaciones conocidas.
Sin embargo, su carrera despegó rápidamente, y a lo largo de su vida, dejó un legado musical impresionante con más de un centenar de discos de larga duración.
En la década de 1970, Tito Cortez alcanzó su punto más alto en la música popular colombiana.
Sus canciones resonaban en las cantinas y barrios, y su sentir popular se reflejaba en temas como “Derrumbes” y “Si te vas”.
Su admiración por la Sonora Matancera lo llevó a compartir escenario con ellos, aunque nunca grabó un tema juntos.
Su amistad con el puertorriqueño Daniel Santos fue notable, llegando a convertirse en compadres, lo que fortaleció su conexión en el mundo de la música.
A pesar de su éxito, Tito Cortez nunca perdió su humildad.
Se le podía ver en cualquier bar de su barrio, disfrutando de la compañía de amigos y jugando fútbol.
Era conocido por su generosidad y su desprecio por el dinero, prefiriendo la compañía de un amigo a la acumulación de riqueza.
Sin embargo, su vida no estuvo exenta de excesos.
Aunque disfrutaba del licor, su mayor enemigo fue el cigarrillo.
Se dice que fumaba hasta cuatro paquetes al día, lo que afectó gravemente su salud y contribuyó a su deterioro pulmonar.
La relación de Tito con el cigarrillo fue una lucha constante.
A pesar de que advertía a sus hijos sobre los peligros de los vicios, él mismo no pudo escapar de sus efectos devastadores.
Su salud se fue deteriorando con el tiempo, y en julio de 1998, falleció en Cali debido a un paro cardiorrespiratorio, dejando un vacío en el corazón de sus seguidores y seres queridos.
La vida de Tito Cortez es un recordatorio de cómo el talento y la fama pueden ir acompañados de desafíos personales.
Su música, que abarca géneros como boleros, pasillos, rancheras y guarachas, lo convirtió en un ídolo no solo en Colombia, sino también en países como México, Ecuador y Venezuela.
A pesar de su éxito, siempre se mantuvo fiel a sus raíces y a su gente, lo que lo hizo aún más querido.
Hoy, Tito Cortez es recordado no solo por su música, sino también por su espíritu y su conexión con el pueblo.
Su legado perdura en cada acorde de sus canciones y en la memoria de quienes lo conocieron.
La historia de su vida es un homenaje a la pasión, la lucha y los riesgos que a menudo acompañan a los artistas en su camino hacia la grandeza.
En conclusión, la vida de Tito Cortez es un testimonio de la dualidad de la fama: la luz del éxito y la sombra de los excesos.
Su música seguirá resonando en los corazones de quienes lo admiraron, y su historia servirá como una lección sobre la importancia de cuidar nuestra salud y mantenernos fieles a nuestras raíces.
Tito Cortez, el Ciclón del Pacífico, siempre será recordado como un gigante de la música colombiana, cuya voz y legado vivirán por siempre.
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