Ricardo Salinas Pliego a los 70: La confesión que nadie esperaba — “¿Finalmente el rey admite que no es intocable?”
Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios más influyentes y polémicos de México, ha vivido durante años al filo de la controversia.
Su imperio, Grupo Salinas, abarca desde tiendas minoristas y servicios financieros hasta medios de comunicación y telecomunicaciones, consolidando un poder económico y mediático que pocos se atreven a cuestionar.
Sin embargo, detrás de ese éxito arrollador se esconde una batalla legal y fiscal que podría marcar un antes y un después en su carrera.
Con una deuda fiscal acumulada que supera los 74,000 millones de pesos, Salinas Pliego se encuentra bajo un escrutinio sin precedentes.
Esta deuda, que se remonta a ejercicios fiscales entre 2008 y 2018, ha sido motivo de múltiples litigios y controversias.
Las autoridades mexicanas han acusado al empresario y sus empresas de utilizar vacíos legales para evadir el pago de impuestos, dilatando los procesos judiciales durante más de una década.
En junio de 2025, la situación se tensó aún más cuando tribunales ordenaron a Grupo Electra, una pieza clave del conglomerado, pagar alrededor de 2,000 millones de pesos por impuestos no pagados en 2010, y poco después, otra resolución similar por una deuda de 2012.
Estas decisiones judiciales marcaron un punto crítico, pues Salinas respondió con acusaciones de manipulación política y ataques a la independencia judicial, señalando a la presidenta Claudia Shainbaum y a la procuradora fiscal Grisel Galeano como responsables de un supuesto hostigamiento.
La estrategia legal de Salinas ha sido clara: apelar, desacreditar y prolongar los procesos para evitar el pago.
Según la procuradora Galeano, esta táctica no es casualidad sino un método deliberado para evadir responsabilidades fiscales.
Sin embargo, la opinión pública está dividida.
Algunos admiran su audacia y su postura crítica hacia el gobierno, mientras que otros lo ven como un símbolo de la impunidad y la desigualdad que aquejan a México.
Más allá de la deuda fiscal, la figura de Salinas Pliego está marcada por episodios polémicos.
Desde el “Chiquighüitazo” en 2002, cuando TV Azteca —su cadena televisiva— tomó por la fuerza las instalaciones de Canal 40, hasta denuncias por prácticas empresariales opacas y su aparición en los papeles de Panamá, su historia está llena de escándalos que han alimentado la desconfianza hacia su imperio.
Su estilo provocador y confrontativo también ha generado controversia.
Ha minimizado debates presidenciales, cuestionado políticas sanitarias durante la pandemia y defendido la legalización de armas en México, posturas que han polarizado a la sociedad.
En redes sociales, no duda en lanzar ataques directos contra críticos y figuras públicas, lo que le ha valido denuncias por violencia de género y censura.
A pesar de todo, Salinas Pliego ha sido un innovador en el mundo empresarial.
Transformó Electra con un modelo de crédito revolucionario para familias de bajos ingresos, fundó Banco Azteca y popularizó servicios financieros para sectores marginados.
Su incursión en telecomunicaciones y medios de comunicación ha cambiado el panorama mediático mexicano, y su apuesta por las criptomonedas lo posiciona como un visionario en las finanzas digitales.
Pero ahora, a sus 70 años, el magnate parece enfrentar una realidad ineludible.
Por primera vez, en medio de la presión legal y política, ha admitido públicamente que la batalla fiscal es real y que las autoridades están actuando con fuerza.
Aunque mantiene su postura de inocencia y denuncia persecución política, la admisión marca un giro en su discurso habitual de desafío absoluto.
¿Significa esto que Ricardo Salinas Pliego está dispuesto a rendirse?
¿O es solo una jugada más en su estrategia para ganar tiempo y negociar?
El gobierno mexicano, con la presidenta Claudia Shainbaum a la cabeza, ha dejado claro que nadie está por encima de la ley y que la recaudación de esta deuda es una prioridad nacional.
La disputa no es solo financiera; es un choque de poder entre un magnate que ha moldeado buena parte del paisaje empresarial y mediático de México y un Estado que busca hacer valer la justicia fiscal.
El resultado de esta batalla tendrá repercusiones más allá de las cifras: definirá el equilibrio entre riqueza, responsabilidad y el cumplimiento de la ley en un país donde la impunidad ha sido la norma.
Ricardo Salinas Pliego sigue siendo una figura polarizadora, admirada y criticada a partes iguales.
Su legado es un mosaico de innovación, controversia y confrontación.
A sus 70 años, con la presión judicial en aumento y la opinión pública observando cada movimiento, el magnate finalmente ha reconocido lo que muchos sospechaban: que incluso los más poderosos pueden ser alcanzados por la justicia.
El futuro de Grupo Salinas y de su fundador está en juego.
La batalla legal continúa, y mientras tanto, México observa con atención cómo se desenvuelve esta historia de poder, dinero y desafío.
¿Será este el principio del fin para uno de los hombres más influyentes del país?
Solo el tiempo lo dirá.
Pero una cosa es segura: Ricardo Salinas Pliego no se detendrá sin luchar hasta el último round.