Abel Salazar fue uno de los galanes más emblemáticos del cine mexicano durante la Época de Oro, participando en más de 90 producciones y conquistando el corazón de muchas mujeres con su carisma y talento.
Sin embargo, detrás de la fama y el éxito, su vida estuvo marcada por profundas tragedias, traiciones amorosas y una lucha dolorosa contra la demencia que lo acompañó en sus últimos años.
Su muerte, ocurrida el 21 de octubre de 1995, fue el triste desenlace de una carrera brillante empañada por problemas de salud y personales.

Nacido en una familia culta y acomodada, Abel creció en un ambiente donde la educación y la cultura eran prioritarias.
Su padre, un hombre de vasta formación como abogado, escritor, poeta y periodista, fue uno de los fundadores del periódico *El Universal* y desempeñó cargos diplomáticos y públicos importantes.
Esta influencia familiar le brindó a Abel una sólida base intelectual y un entorno estable durante su infancia y adolescencia.
Pese a la estabilidad económica, la figura paterna era dominante y severa, lo que moldeó la personalidad orgullosa y desafiante de Abel.
Tras la muerte prematura de su padre por problemas cardíacos, la familia quedó bajo la tutela de su madre, aunque con seguridad financiera gracias a la previsión del padre.
Abel continuó sus estudios en la Escuela Libre de Comercio y comenzó a trabajar para buscar su independencia económica, desempeñándose como archivista y vendedor, aunque no tenía la necesidad real de hacerlo.
La pasión de Abel por el espectáculo nació al frecuentar las carpas, escenarios populares de variedades con música, humor y actuación.
Allí comenzó su carrera como comediante y acompañante de figuras reconocidas, disfrutando de la atención del público y el aplauso.
En una de esas presentaciones conoció a Gloria Méndez Ramos, mejor conocida como Gloria Marín, una joven actriz con experiencia en el medio.

Su relación con Gloria fue intensa y seria, llegando incluso a comprometerse.
Gracias a las conexiones de Gloria, Abel debutó en el cine en 1941 con la película *La casa del rencor*, lo que le abrió las puertas a una prometedora carrera.
Sin embargo, su vida sentimental sufrió un duro golpe cuando Gloria terminó la relación para iniciar un romance con Jorge Negrete, un famoso actor y cantante, lo que sumió a Abel en una profunda depresión.
A pesar del dolor, Abel retomó su carrera en 1944, participando en películas como *Me ha besado un hombre* y fundando su propia productora, BSA, enfocada en comedias, su género favorito.
Durante esta etapa conoció y se casó con Alicia Cárdenas, hija del expresidente Lázaro Cárdenas, con quien tuvo dos hijas.
Este matrimonio le otorgó prestigio social, pero no logró borrar su nostalgia por Gloria Marín, cuyos sentimientos públicos hacia ella causaron la ruptura matrimonial.
En 1946, Abel protagonizó *Los tres García*, película clave para consolidar su fama, compartiendo créditos con grandes figuras del cine mexicano.
Sin embargo, su carácter altivo y dominante generó conflictos en la industria, lo que lo llevó a buscar oportunidades en España, donde también tuvo éxito.
Al regresar a México, exploró nuevos géneros, destacando en el cine de terror con la producción y dirección de *El vampiro* en 1957, un hito en la historia del cine mexicano.
En un giro dramático, Abel y Gloria retomaron su relación en secreto, provocando la ruptura entre Gloria y Jorge Negrete.
Se casaron en 1958, pero su matrimonio duró solo dos años debido a celos, desconfianza y acusaciones de violencia doméstica.
La batalla legal por la división de bienes fue pública y desgastante.
Posteriormente, Abel tuvo relaciones con otras actrices como Adriana Welter y Rosita Arenas, con quien se casó en 1960 y tuvo dos hijas más.
Aunque estas relaciones terminaron, mantuvo buena relación con ellas y sus hijas.
En la década de 1980, continuó trabajando en cine y televisión, dirigiendo la película *Ya nunca más* (1984) y participando en telenovelas.
Sin embargo, la industria cinematográfica mexicana estaba en crisis, afectando su carrera.
Con el paso de los años, Abel comenzó a enfrentar serios problemas de salud.
Fue diagnosticado con Alzheimer, una enfermedad que afectó gravemente su memoria y capacidad para realizar tareas cotidianas.
Su condición empeoró con el tiempo, llevándolo a perder la noción del tiempo y a sufrir complicaciones.
Uno de los episodios más trágicos fue una sobredosis accidental de medicamentos causada por la confusión propia de su enfermedad, olvidando si ya había tomado sus dosis o duplicándolas.
Este incidente alarmó a su familia, que decidió trasladarlo a Cuernavaca para un cuidado más adecuado y tranquilo.
En Cuernavaca, Abel estuvo acompañado por su última pareja, Teresita Aguilar, enfrentando su enfermedad con dignidad a pesar de las dificultades.
Sin embargo, el exceso de medicamentos y las complicaciones derivadas de su Alzheimer y un cáncer de próstata deterioraron su salud hasta que falleció el 21 de octubre de 1995, a los 78 años, por insuficiencia cardíaca.
A pesar del triste final, el legado de Abel Salazar en el cine mexicano es imborrable.
Participó en más de 90 películas como actor, productor y director, destacando en géneros que iban desde la comedia hasta el terror.
Su versatilidad y talento lo convirtieron en una figura clave de la Época de Oro del cine nacional.
La vida de Abel Salazar es un reflejo de las complejidades detrás del brillo y la fama.
Su historia nos recuerda que detrás de las leyendas del cine hay personas con luchas y tragedias profundas.
La traición amorosa, la lucha contra la demencia y el impacto de la enfermedad en sus últimos años muestran la fragilidad humana incluso en las figuras más admiradas.
Hoy, recordamos a Abel Salazar no solo por su contribución al cine mexicano, sino también por la fuerza con la que enfrentó sus adversidades, dejando un legado artístico que sigue inspirando a nuevas generaciones.