Han pasado 22 años desde que María Félix, la icónica “Doña” del cine mexicano, cerró los ojos por última vez, pero su leyenda sigue viva en el corazón de México y del mundo.
Conocida por su belleza imponente, carácter indomable y talento inigualable, María Félix no fue solo una actriz; fue un símbolo de poder, misterio y feminidad audaz que marcó una época dorada del cine nacional.
Sin embargo, detrás del mito, existía una mujer con heridas, pasiones ocultas y una vida privada llena de secretos que ahora su sobrino, el actor Kuno Becker, ha decidido revelar.

María Félix, apodada “La Doña” por su papel emblemático en la película homónima, fue una figura que dominó la pantalla y la vida con una mezcla de fuego y mármol.
Su mirada era capaz de paralizar a cualquiera, y su presencia llenaba cualquier escenario.
Pero Kuno Becker nos invita a conocer a la María Félix real, aquella que existía cuando las cámaras se apagaban.
Una mujer que temía envejecer ante los ojos del mundo que la adoraba, que ocultaba sus heridas detrás de joyas y alta costura, y que vivía una lucha constante por mantener su independencia y su esencia.
Nacida en Álamos, Sonora, María desafió desde niña los moldes tradicionales impuestos por su familia conservadora.
Entre once hermanos, uno de ellos, José Pablo, fue su gran amor y confidente, a quien llamaba cariñosamente “el gato”.
Sin embargo, por temor a un escándalo, su madre los separó enviando a José Pablo a un colegio militar, un acto que dejó una marca profunda en María y que, según Kuno, fue el origen de su orgullo feroz y su frialdad emocional.
La vida amorosa de María Félix estuvo llena de intensas pasiones y también de dolor.
Su primer matrimonio con Enrique Álvarez fue una experiencia amarga, marcada por el control y la violencia, pero de esa unión nació su único hijo, Enrique Álvarez Félix, a quien amó profundamente.
Su relación con el compositor Agustín Lara fue otra historia emblemática; juntos crearon el famoso bolero “María Bonita”, pero el temperamento de Lara y la independencia de María los separaron.

Luego vino Jorge Negrete, el charro más admirado del cine mexicano, con quien tuvo un matrimonio breve pero apasionado.
La muerte prematura de Negrete dejó a María devastada y vulnerable.
Finalmente, encontró estabilidad con Alejandro Berber, un banquero rumano con quien compartió 18 años de complicidad y viajes, hasta que él falleció por cáncer.
Además de estos amores oficiales, se rumoró sobre otros vínculos y admiradores, incluyendo al pintor Diego Rivera, a quien María rechazó con una frase que se volvió legendaria: “No quiero verme fea en tu pintura.
” Para ella, el amor era una forma de sentirse viva, un fuego que la motivaba pero que nunca la dominó.
María Félix no solo era conocida por sus romances, sino también por su fuerte carácter y su sentido del poder.
En una industria dominada por egos, supo imponerse con frases memorables como: “Yo no compito con nadie, son las demás las que compiten conmigo.
” Su relación con otras grandes figuras del cine mexicano como Dolores del Río y Katy Jurado estuvo marcada por respeto, tensión y rivalidad, lo que alimentó su leyenda.
Su orgullo la llevó a exigir perfección en cada escena, a detener filmaciones si no se sentía favorecida y a mantener una actitud altiva que le ganó tanto admiradores como enemigos.
Con Irma Serrano, la rivalidad fue abierta y violenta, reflejando el temperamento de dos mujeres fuertes y orgullosas.
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A pesar de su fama y poder, María Félix vivió una vida de soledad y constante lucha contra el paso del tiempo.
Su mansión en Polanco era un templo dedicado a su imagen, adornada con espejos, retratos y flores frescas.
Pasaba horas frente a los espejos, manteniendo un ritual de belleza que no era vanidad, sino supervivencia.
Temía desaparecer detrás de la carne y las arrugas, y mantenía su imagen como un escudo y legado.
Sus sirvientes contaban que a veces hablaba con su reflejo, como si mantuviera conversaciones con la mujer que fue y que aún quería ser.
Esta obsesión por la apariencia era también una forma de amar y protegerse, una lucha contra la decadencia y el olvido.
En sus últimos años, María vivió recluida, rodeada de recuerdos y silencio, acompañada solo por su asistente y confidente Luis Martínez de Anda, a quien consideraba como un hijo.
Fue él quien conoció sus secretos, sus últimas voluntades y quien recibió la herencia que María dejó tras su muerte en 2002, un gesto que sorprendió a muchos pero que para quienes la conocían era un acto de lealtad.
La relación con su hijo Enrique fue compleja, marcada por amor, distancia y silencios.

María nunca aceptó completamente la orientación sexual de Enrique, lo que los separó emocionalmente.
La muerte de Enrique en 1996 fue un golpe del que María nunca se recuperó del todo.
Ahora, el sobrino de María Félix, Kuno Becker, ha decidido romper el silencio familiar para contar la historia detrás del mito.
Con planes de crear una serie basada en relatos y documentos inéditos, busca mostrar a la mujer fascinante pero también vulnerable que fue su tía.
Becker revela que María Félix sufrió mucho, pero que su mayor legado no fueron sus joyas ni propiedades, sino su inmortalidad como símbolo de fuerza y feminidad.
A través de su historia, recuerda que incluso las diosas sangran y que detrás del brillo y el escándalo, María fue una mujer que luchó por ser libre y dueña de sí misma.
María Félix murió el mismo día que nació, el 8 de abril de 2002, a los 88 años, cerrando un ciclo perfecto.
México entero la despidió con respeto y admiración, reconociendo en ella la encarnación de la fuerza, la belleza y el orgullo nacional.
Su vida fue una obra de arte viviente, esculpida entre el deseo y la soledad, entre la gloria y la melancolía.
Cuando su rostro aparece en películas antiguas, parece que vuelve a mirarnos con esa mezcla de desafío y ternura que la hizo eterna.
María Félix no fue solo una actriz ni una diva; fue un mito consciente de su poder, una mujer que supo lo que quiso y lo consiguió, y que eligió su final con la misma precisión con la que vivió: impecable, en control absoluto y rodeada de su leyenda.