😢Rod Stewart Supera los 80 Años… Pero Su Vida Está Marcada por el Dolor, la Culpa y los Fantasmas del Pasado
Rod Stewart nació en una Londres aún marcada por las bombas y el racionamiento, en un hogar donde la calidez familiar convivía con silencios ensordecedores.
Como el hijo menor, recibió atenciones que sus hermanos mayores nunca conocieron, pero también arrastró una soledad silenciosa que se convertiría en su sombra más fiel.
Desde niño, sintió la presión de cumplir sueños que no eran suyos, especialmente el del fútbol, impulsado por su padre.
Fue bueno, incluso brillante en su juventud, pero cuando el fútbol no lo quiso, él tampoco lo quiso más.
Su refugio fue la música.
Un encuentro casual con el rhythm and blues lo llevó a tocar en las calles de Londres y a ser arrestado en protestas pacifistas.
En esos días inciertos, Stewart descubrió que tenía una voz, una que no se parecía a la de nadie más.
Pero encontrar su lugar no fue fácil: lo rechazaron, lo ignoraron y lo tildaron de imitador.
Hasta que llegó “Maggie May”, y el mundo simplemente no pudo ignorarlo más.
Con el éxito llegó la fama… y la caída.
Mientras sus discos rompían récords y su voz se volvía inmortal, Rod caía en un abismo emocional.
Las relaciones amorosas iban y venían, muchas de ellas marcadas por la infidelidad, el abandono o el dolor.
Su primera hija fue dada en adopción, algo que lo marcaría para siempre.
“Perseguía fantasmas en cada cama en la que me acostaba”, diría años después.
Y esos fantasmas no lo han soltado.
En paralelo, vivía una doble vida: la del artista venerado y la del hombre perdido entre fiestas, drogas y un éxito que se sentía cada vez más vacío.
La cocaína, los poppers y hasta cápsulas insertadas por vía anal para evitar dañar su voz eran parte de su rutina.
Nunca ingresó a rehabilitación, pero el precio fue alto: noches sin dormir, vínculos rotos y una imagen personal que empezó a derrumbarse tras bastidores.
Cuando llegó el auge de MTV, Rod trató de adaptarse, pero se perdió aún más en un personaje que ya no reconocía.
Fue hasta los años 90, con el especial de MTV Unplugged, que volvió a encontrar algo parecido a la autenticidad.
Cantó con una vulnerabilidad que conmovió al mundo y se llevó su primer Grammy, pero confesó que fue entonces cuando comprendió el verdadero costo de su carrera: el hombre detrás del mito estaba roto.
Su vida amorosa ha sido otro campo de batalla.
Ocho hijos con cinco mujeres distintas, matrimonios fallidos, separaciones dolorosas y un largo camino hacia la estabilidad.
Penny Lancaster, su actual esposa, parece haber sido el ancla que tanto necesitó, pero incluso con ella, la herida de los errores del pasado nunca sanó del todo.
Él mismo lo ha dicho: “No he tratado mal a las mujeres, pero no me enorgullece la forma en que he terminado relaciones”.
Más allá de los escenarios, Rod ha lidiado con arrepentimientos que ni el dinero ni la fama pueden curar.
La ausencia en la infancia de su hija Sara, la relación rota con Rachel Hunter, la ruptura con Kelly Emberg, todas son piezas de un rompecabezas emocional que aún intenta recomponer.
Sus memorias, lejos de glorificar su vida, son confesiones crudas de un hombre que ha amado, perdido y sobrevivido más veces de las que quisiera contar.
Hoy, con más de 80 años, Rod Stewart sigue cantando, pero ya no lo hace para conquistar al mundo.
Canta para no olvidar quién fue, para reconciliarse con quien es y para pedir perdón, aunque sea entre líneas.
Sus canciones ya no son himnos de rebeldía juvenil, sino baladas de redención tardía.
Cada nota lleva la carga de una vida extraordinaria, pero también la tristeza de un alma que no encontró paz en el éxito.
¿Ha encontrado finalmente la calma? Él mismo no lo sabe.
Ha dicho que cada noche, antes de dormir, besa a su esposa y agradece por seguir vivo.
Pero también ha confesado que el pasado nunca lo abandona del todo.
Sigue recorriendo estadios, firmando discos, dando entrevistas, pero en el fondo, ese niño solitario de Highgate aún susurra entre aplausos.
Y lo que susurra no es gloria, es tristeza.
Rod Stewart no es solo una estrella del rock.
Es un hombre con cicatrices profundas, un sobreviviente de su propio mito.
A sus más de 80 años, su voz sigue emocionando, pero su historia emociona aún más.
Porque demuestra que detrás de cada ídolo hay un ser humano lleno de dudas, errores y esperanzas rotas.
Y a veces, la leyenda más grande es la de aprender a vivir con uno mismo cuando el telón finalmente cae.